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La gestión de residuos de redes y aparejos de pesca en España ha experimentado una evolución considerable, de la mano de los desarrollos y las soluciones que ha ido ofreciendo el sector del reciclaje. Durante décadas, las redes y aparejos que se emplean en la actividad pesquera en España compartían un destino necesario: acabar enterradas en vertederos o convertidas en combustible para valorización energética. Era el final de un ciclo que, lejos de cerrarse, dejaba tras de sí infinidad de oportunidades, ambientales, tecnológicas y económicas, en el uso de recursos que tienen un elevado potencial. Pero algo está cambiando. En los últimos años, España ha comenzado a reescribir esa historia.
Lo que antes parecía una utopía marina hoy empieza a materializarse gracias a iniciativas como Redes de España, un proyecto pionero que busca no solo reciclar estos materiales, sino también consolidar su gestión a nivel nacional. La idea es sencilla en apariencia, pero monumental en alcance: diseñar un sistema que recoja, clasifique y recicle redes y aparejos en desuso, integrándolos en nuevos procesos productivos de sectores tan dispares como la automoción, la náutica o incluso la aeronáutica.
En realidad, la economía circular ya tenía un precedente en los puertos pesqueros. Tradicionalmente, los rederos –oficio artesano e imprescindible– se encargaban de reparar o reutilizar las redes descartadas. Era una práctica local, profundamente arraigada generación tras generación, que encajaba con las ideas que ahora se quieren sistematizar a gran escala.
El problema durante décadas fue la ausencia de infraestructuras y protocolos. Sin un sistema común, cada puerto y cada flota gestionaban los residuos como podían, conviviendo situaciones muy dispares. Todo cambió con la llegada de proyectos como REDUSE I y II, que lograron algo inédito: sentar en la misma mesa a pescadores, fabricantes, recicladores y administraciones.
Aquel fue un punto de inflexión. Se entendió que para cerrar el círculo no bastaba con recoger redes, que había que hacerlo bien. La falta de un sistema uniforme de gestión y la complejidad de separar correctamente los materiales suponían obstáculos técnicos y logísticos que solo podían resolverse adaptando los protocolos a las peculiaridades de cada puerto y flota. Redes y barcos pesqueros en puerto Fuengirola Málaga @Fran Romero
Los proyectos REDUSE demostraron que cuando todo el sector se involucra, las cosas funcionan. Se desarrollaron protocolos, se reforzaron los recursos humanos y materiales, y se empezó a hablar de trazabilidad, esa palabra que garantiza saber en todo momento dónde está cada red, desde que se descarta en puerto hasta que se transforma en materia prima para nuevos productos.
El siguiente paso ya está en marcha: una certificación nacional que reconozca y regule la correcta gestión de estos residuos. Y, como en todo proceso moderno, la digitalización jugará un papel clave. Tecnologías como blockchain y herramientas como los registros digitales permitirán seguir en tiempo real el recorrido de cada aparejo.
Además, con la entrada en vigor de la Directiva europea sobre plásticos de un solo uso, SUP (Single Use Plastics Directive), y la implantación de la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP), los fabricantes de redes se han visto obligados a adoptar prácticas más sostenibles, así como a emplear materiales reciclables y participar en la financiación de los sistemas de recogida.
El camino aún requiere incentivos, formación y tecnología para facilitar la transición hacia un modelo productivo verdaderamente circular, pero el proceso está iniciado. Redes de España no solo propone una solución ambiental, sino una oportunidad económica y social, colectiva. La colaboración entre sector pesquero, administraciones, recicladores y centros tecnológicos demuestra que es posible convertir un problema histórico en motor de innovación. Porque sí, la pescadilla se muerde la cola, y al hacerlo cierra un círculo que da más valor a la pesca, al medio ambiente y a industrias con las que, hasta ahora, poco o nada tenía que ver. De eso, precisamente, trata la innovación.
(*) Nadia Moalla Gil, responsable de Proyectos e Innovación de Cepesca