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Anabel Gutiérrez. Foto: Vicent Kneefel para Ocean Image Bank
En las profundidades del mar, donde la luz apenas alcanza y la vida se abre paso entre corales y bancos de peces, una amenaza silenciosa se extiende sin tregua: la basura marina. Plásticos, redes abandonadas, envases y residuos de todo tipo flotan o se hunden, alterando ecosistemas enteros.
La basura marina se ha convertido en uno de los desafíos ambientales más urgentes del siglo XXI. Desde las costas del Mediterráneo hasta los remotos vórtices del Pacífico, millones de toneladas de residuos flotan, se hunden o se fragmentan en microplásticos que amenazan la biodiversidad, la salud humana y el equilibrio climático. Frente a esta crisis, emergen soluciones innovadoras que combinan tecnología, ciencia y acción ciudadana. Exploramos algunas de las iniciativas más recientes y esperanzadoras. Tortuga marina rescatada en Aiguadolç (Sitges) con redes enredadas y plástico. Foto: Fundación CRAMBOYAS INTELIGENTES
La Fundación Ecoalf, a través de la convocatoria “Santander for the Seas” de la Fundación Banco Santander, y sobre la base del proyecto Upcycling the Oceans -activo en España desde 2015 y que hoy cuenta con la colaboración de 47 puertos españoles, más de 1.000 barcos y 2.700 pescadores-, ha desarrollado un innovador programa piloto que combina ciencia, tecnología y cooperación para proteger los océanos. Consistió en el despliegue de boyas equipadas con sistemas de localización GPS y conectividad satelital, con el objetivo de crear una red de monitorización y recogida de residuos marinos que supongan una amenaza para las áreas marinas protegidas. Las pruebas se llevaron a cabo en tres enclaves estratégicos de la costa española: Torrevieja (Alicante), Delta del Ebro (Cataluña) y Port de la Selva (Cataluña).
Las boyas, desarrolladas por la empresa tecnológica española Satlink, cuentan con paneles solares, GPS y conectividad satelital. Una vez fijadas a los residuos, permiten geolocalizarlos en tiempo real, registrando su posición, velocidad y rumbo. Esta información hace posible anticipar su trayectoria, organizar su recogida y evitar que alcancen ecosistemas vulnerables.
El proyecto, que finalizó su fase piloto en junio de 2025, demuestra el potencial de la innovación para la conservación marina, optimizando la limpieza del mar y aportando datos esenciales sobre la tipología y frecuencia de los residuos.
“Este piloto nos permite, gracias a la colaboración de los puertos, entender cómo la basura marina interactúa con el medioambiente marino a través de la tecnología y obtener datos que ayuden a preservar las zonas marinas protegidas próximas”, señala Andrea Ruzo, directora de la Fundación Ecoalf. “La innovación es esencial para abordar el desafío de los residuos marinos desde una perspectiva científica y sostenible. Invertir en soluciones tecnológicas no solo optimiza los procesos de limpieza, sino que también nos permite transformar datos en conocimiento y conocimiento en acción”, asegura.
La experiencia española ha servido como ejemplo en otros países y en la actualidad, Upcycling the Oceans colabora con más de 4.300 pescadores en 5 países y ha logrado retirar más de 2.000 toneladas de residuos del mar, demostrando que la cooperación entre gente del mar, ciencia y organizaciones sociales es clave para lograr océanos más limpios y una economía circular real.
AL SERVICIO DEL OCÉANO
En el Golfo de Bizkaia, el proyecto vasco Ulysses Data for Science, liderado por el centro tecnológico AZTI y respaldado por el Gobierno Vasco, ha sido reconocido por la Unión Europea, en junio de este año, por su contribución a la preservación de los océanos, por su uso pionero de inteligencia de datos, sensores, boyas y embarcaciones para rastrear la deriva de residuos marinos y anticipar su llegada a las costas. Más de mil dispositivos han sido desplegados para recopilar información precisa sobre la basura flotante. Esta información permite a las autoridades diseñar estrategias de limpieza más eficaces y prevenir la llegada masiva de residuos a zonas sensibles.
Pero Ulysses no se limita al ámbito científico. A través de programas como Ulysses School y Ulysses Experience, se promueve la educación ambiental entre estudiantes y ciudadanía, fomentando una mayor conciencia sobre el impacto de los plásticos en el medio marino.
María C. Uyarra, investigadora en Gestión Ambiental Marina de AZTI, explica que “una parte fundamental de Ulysses es contribuir a la alfabetización marina de la sociedad. Para ello desarrollamos campañas de concienciación, comunicación y ciencia ciudadana”. Voluntarios de Ecomar recogiendo basura junto a su presidenta, Theresa Zabell. AVANCES EN BIOTECNOLOGÍA
Desde Japón, investigadores del Centro RIKEN y la Universidad de Tokio han desarrollado un plástico supramolecular que se descompone completamente en agua salada en apenas una hora. Este material, reciclable, resistente y no tóxico, no genera microplásticos ni dióxido de carbono durante su degradación. Su estructura, basada en monómeros iónicos con puentes salinos reticulados, permite que al contacto con la sal marina los enlaces se rompan, facilitando una descomposición limpia. En tierra, el proceso dura solo diez días, liberando nutrientes como fósforo y nitrógeno. Aunque aún no está comercializado, ha despertado interés en sectores como el embalaje, la impresión 3D y la medicina. “Este desarrollo responde a una necesidad tecnológica y ética”, afirma Takuzo Aida, líder del proyecto.
En julio de 2024, el Instituto NIOZ de los Países Bajos identificó una habilidad extraordinaria del hongo marino Parengyodontium album: es capaz de degradar polietileno, el plástico más común en los océanos. Su acción, activada por luz ultravioleta, transforma el material en dióxido de carbono.
Aunque lento (0,05% diario), este proceso natural abre nuevas vías para combatir los microplásticos flotantes, uno de los mayores retos ambientales actuales. Arrecife de coral cubierto de bolsas de plástico. Foto de Alexander MustardUN ROBOT "RECOGEDOR"
La Universidad Técnica de Múnich (TUM), en colaboración con el proyecto europeo SeaClear presentó en octubre un robot submarino autónomo diseñado para recoger hasta 250 kilogramos de residuos del fondo marino. Ha sido probado con éxito en el puerto de Marsella.
El robot utiliza inteligencia artificial, cámaras, sonar y una pinza robótica de cuatro dedos para identificar y extraer objetos mediante modelos tridimensionales, incluso en aguas muy turbias. El conjunto incluye una embarcación nodriza no tripulada, un dron aéreo y un bote auxiliar que almacena los residuos recogidos. El barco de servicio suministra energía y datos a los robots submarinos por cable y envía ondas ulstrasónicas a las profundidades para generar un mapa aproximado del fondo marino. Después, un robot de búsqueda especializado, que tiene aproximadamente 50 centímetros de largo, se encarga de escanear el fondo marino para obtener una información que utiliza el robot submarino, que está propulsado por ocho miniturbinas, quien se sumerge en las zonas donde hay residuos. “Dado que primero tenemos que identificar la basura y agarrar objetos requiere un alto grado de precisión, contamos con una cámara y un sonar a bordo que permiten la orientación incluso en aguas turbias”, explica Stefan Sosnowski, uno de los investigadores.
EN ESTADO CRÍTICO
La contaminación por plásticos en los océanos ha alcanzado niveles críticos, según el informe From Pollution to Solution del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). El estudio revela que los desechos plásticos representan el 85% de la basura marina, afectando ecosistemas, fauna y salud humana. Si no se toman medidas urgentes, la cantidad de plásticos en los océanos podría triplicarse para 2040. El informe destaca que la contaminación plástica no solo daña la biodiversidad, sino que también impacta la economía global, generando costos ocultos en sectores como el turismo y la pesca. Además, advierte que menos del 10% de los plásticos se reciclan, lo que agrava el problema.
Mucho más reciente es otro estudio, publicado en julio pasado, liderado por el Centro Helmholtz para la Investigación Ambiental (UFZ), la Universidad de Utrecht y el Instituto Real de Investigación Marina de los Países Bajos. Esta investigación europea ha detectado 27 millones de toneladas de nanoplásticos en el Atlántico Norte, desde la superficie hasta 4.500 metros de profundidad. Este hallazgo ha sido posible gracias a una técnica basada en espectrometría de masas y desorción térmica que permitió identificar y cuantificar nanoplásticos casi invisibles, gracias a su “huella química” característica. Las partículas, mayoritariamente detectadas -PET, PVC y PS-, podrían tener origen en fibras textiles.
EL MEDITERRÁNEO, UN VERTEDERO
La contaminación marina ha alcanzado el punto más profundo del Mediterráneo, según un estudio internacional en el que ha participado la Universitat de Barcelona (UB). La investigación, publicada en Marine Pollution Bulletin en marzo, revela que la fosa de Calipso, a 5.112 metros de profundidad en el mar Jónico, alberga una de las concentraciones más altas de desechos marinos jamás registradas.
El equipo científico, compuesto por expertos de la UB, la Comisión Europea, IFREMER y Caladan Oceanic, identificó 167 objetos en el fondo marino, de los cuales 148 son residuos plásticos, vidrio, metal y papel. Estos hallazgos refuerzan la evidencia de que los océanos se han convertido en vertederos de desechos generados por actividades humanas.
Para alcanzar el fondo de la fosa, los investigadores utilizaron el submarino Limiting Factor, capaz de sumergirse a grandes profundidades. El estudio advierte que la contaminación oceánica proviene de diversas fuentes, incluyendo el transporte por corrientes marinas y el vertido directo desde embarcaciones. La comunidad científica enfatiza la necesidad de medidas urgentes para frenar esta creciente amenaza ambiental. Sin intervención, el Mediterráneo seguirá acumulando basura en sus rincones más remotos y el daño sea irreversible.