“Necesitamos repensar la pesca”
Pesca
Barcelona, una de las ciudades de mar más visitadas del mundo, tiene una flota pesquera pequeña, once barcos de cerco, uno de palangre y diez embarcaciones de arrastre. Aquí se come pescado, y de muy buena calidad, más del que se captura, y de ahí la necesidad de encontrar el equilibrio y la convivencia con otros sectores productivos de la ciudad.
Las nuevas generaciones de pescadores tienen que entender la pesca como un negocio, un producto, ya no sirve solo con pescar, es necesario saber vender. Experiencias de éxito en el sector nos hablan de la necesidad de diversificar el negocio, hacer marketing, jornadas gastronómicas, crear estrategias conjuntas a través de las cofradías, así como educar al consumidor y al distribuidor y todo ello sin olvidar la sostenibilidad.
“Reconozco que la pesca profesional vive ahora importantes dificultades pero tenemos herramientas para superarlas. Las redes sociales son nuestras grandes aliadas especialmente para reeducar el paladar de los consumidores, que sepan llegar a una pescadería o a un restaurante y distinguir un buen pescado de proximidad de uno malo”.
La divulgación está presente, como una parte más de su negocio, “creo que tenemos que dar herramientas al consumidor para que sea él quien tome las decisiones sobre lo que compra y come” y así lo acredita a través de Cap a Mar, una asociación creada para dinamizar proyectos que dan a conocer el mundo de la pesca, especialmente entre los más jóvenes, a través de actividades que promueven el conocimiento del mar en todos sus aspectos.
En su vida no hubo un antes y un después, Cristina creció viendo a su padre pescar y a su madre realizar todas las gestiones administrativas en tierra. Sus padres tenían un barco heredado de los abuelos, así que cuando regresaba del instituto primero y de la universidad después ya colaboraba, especialmente en labores de oficina y reparto de pescado.
Así que después de licenciarse y doctorarse en Ciencias Químicas, tras diez años investigando, harta de pasar horas encerrada en un laboratorio, coger las riendas del negocio familiar no fue una decisión difícil, “siempre supe que ése sería mi destino así que dejar el mundo académico fue de lo más natural” y además había muchas cosas que cambiar.
Su primera propuesta fue la creación de La Platjeta, su empresa comercializadora, surgió como su proyecto personal tras haber pasado los años en que vivió lejos de casa sin poder comer pescado de calidad. A través de una web y un sistema e-comerce dispone de cuatro líneas de venta: en lonja, una línea destinada a los colegios, otra a restaurantes y una cuarta línea de cajas en la que el consumidor recibe directamente pescados variados del día.
“Son líneas pequeñas con clientes ya establecidos y no pretendemos expandir el negocio ya que solo queremos distribuir en Barcelona. Salir sería ir contra el principio de proximidad que es importante defender. Si quisiéramos ampliar sería creando sedes locales en nuevas zonas y con pescado del lugar”.
ESTA CHICA ES L’OSTIA
Sus dos barcos, el Nus y L’Ostia (en homenaje al nombre popular con el que se conoce a La Barceloneta, el barrio marinero por excelencia de Barcelona y donde tiene su oficina) son dos arrastreros, un arte perseguido por el comisario europeo de Medioambiente y algunas asociaciones ambientalistas. Tal vez es el único tema por el que Cristina cambia su eterna sonrisa y positivismo: “No tiene sentido lo que están haciendo con el arrastre, lo hacemos bien, hemos instalado palas con voladeras, solo pescamos en fondos arenosos, estamos geolocalizados, pasamos inspecciones cada dos días, no llevamos mallas, cumplimos toda la normativa, todo lo que hacemos está controlado y cada vez hay más presión, no se dan cuenta que somos barcos pequeños y familiares”.
Actualmente se está sacando la titulación de marinero pescador por si en alguna ocasión hace falta salir o sustituir a algún trabajador. Así que la pregunta es inevitable: Cristina, ¿hay tiempo para todo?
Precisamente ese es uno de los valores más positivos de esta profesión, según nos reconoce: “He realizado investigaciones en biomedicina y biotecnología muy interesantes, pero me he pasado los días encerrada en un laboratorio con mucha presión y era como si me faltara el aire, el contacto con la gente. Ahora trabajo muchísimas horas, pero soy yo quien gestiono mi tiempo, si mis hijos están enfermos me quedo con ellos y trabajo desde casa o si un barco reporta problemas salgo de la oficina y me voy al puerto. Se trata de transmitir a nuestros hijos la pasión por lo que hacemos. No siempre los hijos son un ancla para las mujeres. Este trabajo me ha permitido una flexibilidad que mi empleo como investigadora no me proporcionaba”.
Además, Cristina nos habla de un sentimiento especial que comparte la gente del mar como es el sentido de pertenencia, una visión de la vida que trata también de compartir a través de Cap a Mar, desde donde les repite hasta la saciedad a sus compañeros: “Los pescadores sois personas sabias, sois expertos en navegación, entendéis de biología, de meteorología, de mecánica, tenéis un trabajo muy interesante y muchas cosas que contar”, porque como ella misma defiende “necesitamos dignificar nuestra profesión ante los consumidores”.
Por todo ello, cuando recibió la invitación a participar una vez al mes en el programa “Un restaurante caníbal en Berlín” de Catalunya Radio, para hablar de pesca, sostenibilidad y gastronomía, no lo dudó.
VISIÓN DE CONJUNTO
Hablamos de problemas y soluciones. La mayor parte de sus propuestas desde una visión de conjunto pasan por los conceptos de cogestión y sinergia. Actualmente en Barcelona los arrastreros hacen una veda voluntaria de dos meses y medio, el problema surge después a la hora de encontrar marineros, ya que la mayoría prefieren ir a otras zonas donde les ofrecen contratos más largos y el precio de los alquileres de vivienda son más bajos que en Barcelona, a esto se suma la falta de personal técnico.
“Así que estamos en conversaciones con el ayuntamiento de Barcelona y otras administraciones, ya que antiguamente había viviendas temporales para pescadores, para buscar soluciones y también para que se impartan cursos en la ciudad y evitar tener que ir a L’Atmella en Tarragona para formarnos”.
También propone crear la figura del tutor para así salvar la brecha digital de los pescadores más mayores y de los marineros inmigrantes, que les está impidiendo acceder a formaciones superiores. Otra opción que plantea serían los certificados competenciales que convaliden algunos títulos mediante una prueba, además de experiencia demostrable.
“Por otro lado, tenemos que entender que hay que acoger a los que vienen de fuera porque las comunidades pescadoras siempre se han forjado a través de los movimientos migratorios”.
Hace hincapié en la necesidad de fomentar las ventas y la comunicación, poniendo como ejemplo la marca “Gamba de Palamós” o de cómo ha desarrollado su negocio la atunera Balfegó. También le encantan algunas iniciativas puestas en marcha en Galicia para dar valor no solo al producto sino también a la persona, en las que el pescador tiene acuerdos comerciales con restaurantes que le piden ciertas especies objetivo y se comprometen a pagar por encima del precio de lonja. Y nos insiste en que no solo se trata de pescar sino de saber vender: “biológicamente hablando, la gamba es igual aquí que en Palamós pero hay un proceso de marca, una selección, una trazabilidad y un trabajo de mantenimiento del producto que ha dado sus frutos”.
Como científica, Cristina es consciente de la importancia de un equilibrio también medioambiental y para ello es importante pescar de forma más selectiva “a diferencia de la industria pesquera, el pescador necesita el pescado. Tenemos que ponernos de acuerdo y no dejar el mercado sin producto o inundarlo con el mismo y por eso yo abogo por los planes de cogestión. Cada vez tenemos que pescar menos pero mejor y para ello necesitamos herramientas, tecnología y acudir a los foros donde se toman decisiones. No sirve de nada quejarse en el bar y no ir a las reuniones ya que en el actual mundo de la pesca las decisiones no son unipersonales”.
Como gran defensora de la cogestión pesquera cree que las cofradías deben centralizar muchos servicios que para un pescador solo son inviables, se refiere a medios informáticos, la adquisición de herramientas más modernas de uso compartido como balanzas de precisión y fomentar entre sus miembros el uso de la ofimática “los cambios de mentalidad son difíciles pero necesarios y como empresas pesqueras tenemos que hacer números reales de lo que sale a cuenta y lo que no y ponernos de acuerdo”.