Entrevista a Gonzalo de la Vega - Revista Mar
CAPITÁN DEL ESPERANZA DEL MAR
El niño que soñaba con pilotar
28/12/2023
ISM
ISM al día
Patricia Romero Alonso
Podría ser la historia de un niño cualquiera, nacido en una familia de marinos mercantes, de una ciudad costera del sur, pero esta es la historia de Gonzalo de la Vega, capitán del Esperanza del Mar que este mes se jubila tras 32 años embarcado en uno de los buques hospital del Instituto Social de la Marina. Su historia de superación personal es fuente de inspiración para aquellos jóvenes que sueñan con viajar a lugares lejanos siendo los capitanes de su vida.
Tenía claro que quería ser marino mercante como su padre, pero en la familia y tras el fallecimiento de su madre cuando tan solo era un adolescente no veían con buenos ojos esta decisión, ni tampoco había medios económicos para que pudiera estudiar. Aun así, con determinación terminó COU y aprobó con nota la Selectividad. Después llegaron cuatro años de incertidumbre, aquel chico de Málaga, buscándose la vida, trabajó de camarero en la Costa Brava para poder pagarse los estudios de Formación Profesional de patrón de cabotaje y patrón mayor de cabotaje hasta que el Servicio Militar le llevó a la Base Naval de Gran Canaria, y gracias a sus conocimientos de náutica, hizo la mili a bordo de un remolcador de altura.
En la vida de toda persona a veces llegan hadas madrinas o en este caso personas que creen en ti por encima de las circunstancias. Eduardo Sáenz era el segundo comandante del remolcador y se percató de que Gonzalo era el único soldado que no recibía giros bancarios de su familia y le fue buscando “trabajillos” que le proporcionaban algo de dinero de bolsillo.
Ese chaval contemplaba cada día en el Puerto al buque Esperanza del Mar. Soñar es gratis. Su primera oportunidad, una vez concluido el servicio militar, llegó con un contrato de tres meses como marinero en ese buque y gracias nuevamente a su “benefactor” que contactó con los servicios centrales del ISM y medió para que le contratasen. Esas tres mensualidades, estirándolas mucho, le permitieron ingresar en la Universidad. “Vivía en la Casa del Mar de Tenerife, que me costaba 80 pesetas, comía en la escuela y gastaba lo menos posible, así me daba para llegar hasta junio. Y gracias a Fernando González y Carmen Llorca, que desde el ISM se acordaban de mí todos los veranos, pude licenciarme en Marina Civil”.
“No tengo experiencia, pero sí voluntad, les decía, y cada Semana Santa pedía plaza para trabajar en verano en el Esperanza del Mar como marinero, eso sí, tenía que estudiar y aprobar sí o sí en junio”.
Después llegó la época de alumno en prácticas (oficial en prácticas como se denomina actualmente) en distintos buques: petroleros, bull carriers, pasaje …hasta que en 1991 consiguió por tres meses un contrato de tercer oficial en el buque hospital “ese año me tocó la lotería porque yo no tenía experiencia y dio la casualidad de que no había más candidatos ya que todos estaban preparándose una oposición”.
Cuando terminó su contrato en septiembre, se recluyó en el monasterio benedictino de Santa Brígida para que nada le distrajese. Tenía un mes para conseguir la mejor nota del concurso oposición ya que era el único sin méritos como oficial, al contrario que el resto de candidatos. Se presentaron 21 personas, todas mayores que él. Con 29 años sacó la primera plaza por nota y la segunda al sumar méritos. Solo había tres puestos de tercer oficial para los buques hospital. Nueve años después consiguió el título de capitán. En 2016 fue nombrado capitán del Esperanza del Mar.
LA VIDA A BORDO DEL ESPERANZA
No nos vamos a engañar, la vida a bordo es dura: “Un mes entero navegando sin rumbo fijo en alta mar a la espera de que te llamen para una asistencia… hay que tener mucha motivación para llevarlo bien pero el trabajo es muy bonito. Lo más duro es estar embarcado con preocupaciones y como capitán debes saber también gestionar eso con tu tripulación”.
El espacio reducido y la lejanía de tierra hacen que todo se magnifique “aunque ahora cada vez menos porque el Esperanza del Mar en breve tendrá wifi. Antes la única comunicación era a través del capitán y era complicado tener que notificar a un tripulante una mala noticia”.
Son muchos los momentos gratificantes, especialmente cuando se salvan vidas, pero también los hay difíciles, de los que marcan: “Una de mis vivencias más duras fue en 2007. Siendo primer oficial tuve que sustituir al capitán cuando le avisaron del fallecimiento de su padre, le desembarcamos en Dakar y nos llamaron para asistir al pesquero Tiburón III que había encontrado un cayuco con siete fallecidos y un solo superviviente”. Los temporales y el aislamiento son la parte más dura: “Cuando estás embarcado el trabajo requiere una dedicación exclusiva, esta saturación de jornadas produce desgaste, pero cuando hay una emergencia o un aviso toda la tripulación colabora sin que haya que pedir nada”.
Para Gonzalo de la Vega no hay duda, el cambio climático está produciendo mayores y más virulentos temporales en el mar: “Lo mejor para afrontar un temporal es primero esquivarlo en la medida de lo posible y luego tener un barco en condiciones. Con todas las revisiones en regla, aunque con olas de 14 metros en Gran Sol no duerme nadie, tener un barco tan seguro como el Esperanza ayuda a sobrellevarlo”.
El día a día en un buque hospital se inicia localizando la zona donde se encuentran cada amanecer los pesqueros españoles a los que acompaña. “Estamos cerca para que nos vean, tienen que saber que estamos en la zona, eso les da tranquilidad. También hay días sin avisos y dedicamos tiempo a las gestiones administrativas, que son muchas, y siempre hay que tratar de que haya hueco para hacer ejercicio”.
GRAN HERMANO NACIÓ EN UN BARCO
Trabajar en un barco es convivir. Las mareas en los buques hospital tienen una duración de 30 días: “En un barco se cohabita 24 horas, se crean amistades y también se convive con las manías de cada uno. Es un trabajo colaborativo al máximo. Gran Hermano no lo inventó la televisión, nació en un barco”.
El Esperanza del Mar tiene su puerto base en Las Palmas. Desde 1982 acompañaba al sector en el banco canario sahariano, pero desde 2019 varió su derrota hacia el Atlántico Norte y Azores, según las diferentes costeras y emplea Vigo como puerto de avituallamiento.
Con la entrada de España en la Unión Europea se extinguieron todos los convenios bilaterales de pesca, con Marruecos y Mauritania, lo que hizo disminuir notablemente la flota española en la zona. En aquella época el Esperanza del Mar atendía entre 10 y 15 maniobras al día, la mayoría accidentes a bordo, bastantes asistencias técnicas y algún naufragio. Actualmente solo hay 15 barcos españoles en aguas de Mauritania por lo que se decidió que el buque prestaría mejor servicio en Gran Sol donde abundan los barcos de bandera española.
A los jóvenes que sueñan pilotar navíos les dice “que tengan en la mente claro lo que quieren, que se marquen un objetivo, y que tiren hacia adelante teniendo en cuenta que la vida es una carrera de obstáculos”.
Los coeficientes reductores de la edad de jubilación permitirán a Gonzalo de la Vega jubilarse con 61 años: “El Instituto Social de la Marina me lo ha dado todo. Me dio una solución de vida y unos objetivos que se han cumplido. Me jubilo con satisfacción y agradecimiento, me llevo conmigo los nombres de algunas personas con las que me he encontrado a lo largo de todos estos años y el aspecto humano de la institución, que es difícil de encontrar en otras”.
“¿Qué cómo me planteo mi vida ahora? Pues desde mi Málaga natal me pienso dedicar a mis otras pasiones: viajar, senderismo y cocinar”.
Tenía claro que quería ser marino mercante como su padre, pero en la familia y tras el fallecimiento de su madre cuando tan solo era un adolescente no veían con buenos ojos esta decisión, ni tampoco había medios económicos para que pudiera estudiar. Aun así, con determinación terminó COU y aprobó con nota la Selectividad. Después llegaron cuatro años de incertidumbre, aquel chico de Málaga, buscándose la vida, trabajó de camarero en la Costa Brava para poder pagarse los estudios de Formación Profesional de patrón de cabotaje y patrón mayor de cabotaje hasta que el Servicio Militar le llevó a la Base Naval de Gran Canaria, y gracias a sus conocimientos de náutica, hizo la mili a bordo de un remolcador de altura.
En la vida de toda persona a veces llegan hadas madrinas o en este caso personas que creen en ti por encima de las circunstancias. Eduardo Sáenz era el segundo comandante del remolcador y se percató de que Gonzalo era el único soldado que no recibía giros bancarios de su familia y le fue buscando “trabajillos” que le proporcionaban algo de dinero de bolsillo.
Ese chaval contemplaba cada día en el Puerto al buque Esperanza del Mar. Soñar es gratis. Su primera oportunidad, una vez concluido el servicio militar, llegó con un contrato de tres meses como marinero en ese buque y gracias nuevamente a su “benefactor” que contactó con los servicios centrales del ISM y medió para que le contratasen. Esas tres mensualidades, estirándolas mucho, le permitieron ingresar en la Universidad. “Vivía en la Casa del Mar de Tenerife, que me costaba 80 pesetas, comía en la escuela y gastaba lo menos posible, así me daba para llegar hasta junio. Y gracias a Fernando González y Carmen Llorca, que desde el ISM se acordaban de mí todos los veranos, pude licenciarme en Marina Civil”.
“No tengo experiencia, pero sí voluntad, les decía, y cada Semana Santa pedía plaza para trabajar en verano en el Esperanza del Mar como marinero, eso sí, tenía que estudiar y aprobar sí o sí en junio”.
Después llegó la época de alumno en prácticas (oficial en prácticas como se denomina actualmente) en distintos buques: petroleros, bull carriers, pasaje …hasta que en 1991 consiguió por tres meses un contrato de tercer oficial en el buque hospital “ese año me tocó la lotería porque yo no tenía experiencia y dio la casualidad de que no había más candidatos ya que todos estaban preparándose una oposición”.
Cuando terminó su contrato en septiembre, se recluyó en el monasterio benedictino de Santa Brígida para que nada le distrajese. Tenía un mes para conseguir la mejor nota del concurso oposición ya que era el único sin méritos como oficial, al contrario que el resto de candidatos. Se presentaron 21 personas, todas mayores que él. Con 29 años sacó la primera plaza por nota y la segunda al sumar méritos. Solo había tres puestos de tercer oficial para los buques hospital. Nueve años después consiguió el título de capitán. En 2016 fue nombrado capitán del Esperanza del Mar.
LA VIDA A BORDO DEL ESPERANZA
No nos vamos a engañar, la vida a bordo es dura: “Un mes entero navegando sin rumbo fijo en alta mar a la espera de que te llamen para una asistencia… hay que tener mucha motivación para llevarlo bien pero el trabajo es muy bonito. Lo más duro es estar embarcado con preocupaciones y como capitán debes saber también gestionar eso con tu tripulación”.
El espacio reducido y la lejanía de tierra hacen que todo se magnifique “aunque ahora cada vez menos porque el Esperanza del Mar en breve tendrá wifi. Antes la única comunicación era a través del capitán y era complicado tener que notificar a un tripulante una mala noticia”.
Son muchos los momentos gratificantes, especialmente cuando se salvan vidas, pero también los hay difíciles, de los que marcan: “Una de mis vivencias más duras fue en 2007. Siendo primer oficial tuve que sustituir al capitán cuando le avisaron del fallecimiento de su padre, le desembarcamos en Dakar y nos llamaron para asistir al pesquero Tiburón III que había encontrado un cayuco con siete fallecidos y un solo superviviente”. Los temporales y el aislamiento son la parte más dura: “Cuando estás embarcado el trabajo requiere una dedicación exclusiva, esta saturación de jornadas produce desgaste, pero cuando hay una emergencia o un aviso toda la tripulación colabora sin que haya que pedir nada”.
Para Gonzalo de la Vega no hay duda, el cambio climático está produciendo mayores y más virulentos temporales en el mar: “Lo mejor para afrontar un temporal es primero esquivarlo en la medida de lo posible y luego tener un barco en condiciones. Con todas las revisiones en regla, aunque con olas de 14 metros en Gran Sol no duerme nadie, tener un barco tan seguro como el Esperanza ayuda a sobrellevarlo”.
El día a día en un buque hospital se inicia localizando la zona donde se encuentran cada amanecer los pesqueros españoles a los que acompaña. “Estamos cerca para que nos vean, tienen que saber que estamos en la zona, eso les da tranquilidad. También hay días sin avisos y dedicamos tiempo a las gestiones administrativas, que son muchas, y siempre hay que tratar de que haya hueco para hacer ejercicio”.
GRAN HERMANO NACIÓ EN UN BARCO
Trabajar en un barco es convivir. Las mareas en los buques hospital tienen una duración de 30 días: “En un barco se cohabita 24 horas, se crean amistades y también se convive con las manías de cada uno. Es un trabajo colaborativo al máximo. Gran Hermano no lo inventó la televisión, nació en un barco”.
El Esperanza del Mar tiene su puerto base en Las Palmas. Desde 1982 acompañaba al sector en el banco canario sahariano, pero desde 2019 varió su derrota hacia el Atlántico Norte y Azores, según las diferentes costeras y emplea Vigo como puerto de avituallamiento.
Con la entrada de España en la Unión Europea se extinguieron todos los convenios bilaterales de pesca, con Marruecos y Mauritania, lo que hizo disminuir notablemente la flota española en la zona. En aquella época el Esperanza del Mar atendía entre 10 y 15 maniobras al día, la mayoría accidentes a bordo, bastantes asistencias técnicas y algún naufragio. Actualmente solo hay 15 barcos españoles en aguas de Mauritania por lo que se decidió que el buque prestaría mejor servicio en Gran Sol donde abundan los barcos de bandera española.
A los jóvenes que sueñan pilotar navíos les dice “que tengan en la mente claro lo que quieren, que se marquen un objetivo, y que tiren hacia adelante teniendo en cuenta que la vida es una carrera de obstáculos”.
Los coeficientes reductores de la edad de jubilación permitirán a Gonzalo de la Vega jubilarse con 61 años: “El Instituto Social de la Marina me lo ha dado todo. Me dio una solución de vida y unos objetivos que se han cumplido. Me jubilo con satisfacción y agradecimiento, me llevo conmigo los nombres de algunas personas con las que me he encontrado a lo largo de todos estos años y el aspecto humano de la institución, que es difícil de encontrar en otras”.
“¿Qué cómo me planteo mi vida ahora? Pues desde mi Málaga natal me pienso dedicar a mis otras pasiones: viajar, senderismo y cocinar”.
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