Reconocer los signos y síntomas de una apendicitis aguda con prontitud e instaurar el tratamiento adecuado salva vidas y reduce complicaciones.
Un poco de historia: La apendicitis aguda, clásicamente, se englobaba dentro del conocido como “cólico del miserere” que indicaba aquel dolor abdominal que llevaba a la muerte con rapidez y sin remedio y para el cuál sólo se disponía de la plegaria de difuntos Miserere mei Deus (en latín “Oh Señor, apiádate”).
Hacia finales del siglo XIX, gracias a las autopsias, se conoce finalmente a la apendicitis como la inflamación del apéndice cecal, y se recogen en las publicaciones médicas de la época la secuencia de los síntomas, la técnica de exploración y el tratamiento exitoso mediante la cirugía. Hoy en día, gracias al desarrollo de los fármacos antibióticos y a las técnicas de abordaje quirúrgico menos invasivas (laparoscopia) la tasa de complicaciones ha disminuido considerablemente.
DE SU FRECUENCIA
En términos generales, la apendicitis aguda representa la indicación de cirugía urgente más prevalente en el mundo. La frecuencia de aparición se sitúa entre el 7 y el 9%, y el número de personas nuevas que la padecen al año no ha variado gran cosa desde que los datos son recogidos y analizados.
Se da típicamente en jóvenes (segunda década vital) aunque debido al aumento de la esperanza de vida y del tratamiento en patologías crónicas se detecta un segundo pico de frecuencia en ancianos y personas con defensas comprometidas.
SOBRE LA CAUSA
El apéndice cecal es un resto embrionario, a modo de “gusano” o “dedo de guante”, de longitud variable, resultado del desarrollo del intestino, y situado en el bolsón que conforma el intestino grueso derecho, justo a un par de centímetros de la conexión con el intestino delgado. En su luz interior, además de glándulas que fabrican sustancias que facilitan el tránsito fecal, existen nidos de células inmunológicas y microbiota.
Cuando su luz se oblitera (obstruye) por moco, restos alimenticios, fecales, o por la contaminación de alguna patología de la vecindad, el apéndice se inflama y el equilibrio de la flora se altera, generando una infección local en el apéndice (apendicitis aguda) que puede acabar en un absceso de pus o una infección generalizada, seria y grave, en el interior de la cavidad abdominal (peritonitis) al pudrirse y perforarse las paredes del apéndice.
CUÁNDO SOSPECHAR
En más de la mitad de los pacientes, la forma de presentación de este cuadro es la siguiente: se inicia como una molestia sorda en la zona de alrededor del ombligo, de tiempo variable, que va acompañada de náuseas, incluso de vómitos alimenticios. Seguidamente, aparece una disminución del apetito acompañada de febrícula.
El dato clave en la sospecha es la posterior intensificación del dolor y su migración desde la región periumbilical hacia el cuadrante inferior derecho del abdomen (la fosa ilíaca derecha), en el triángulo formado por el pubis, la espina del hueso ilíaco y el ombligo, debido a la irritación del proceso inflamatorio del apéndice sobre la cubierta interior del vientre (peritoneo) y su repercusión sobre las capas musculares superiores, generando contractura.
El dolor se exacerba cuando la persona hace esfuerzos con la musculatura abdominal, tose, se mueve, salta, etc., y se alivia con la posición tumbada y las piernas flexionadas hacia el abdomen.
CÓMO ACTUAR
Pocas patologías poseen un desarrollo tan definido como la apendicitis aguda por ello, el apoyo en la evolución de la sintomatología para llegar al diagnóstico de sospecha, es fundamental. Sin embargo, los cuadros pueden variar: ser más confusos (si se toma medicación analgésica crónica, bajo el efecto de estupefacientes, embarazo, vejez, obesidad) o agudos (perforación precoz del órgano por bajas defensas, niños). A veces, el dolor, dependiendo de la localización y de la morfología del apéndice cecal, se irradia del ombligo hacia la pelvis, provocando molestias al orinar o bien hacia la zona alta y derecha del abdomen donde está el hígado.
La maniobra específica para la exploración, además de la toma de constantes y la palpación superficial del abdomen en la que se constatará el dolor y la contractura abdominal más o menos evidente, es la presión-descompresión de la pared abdominal en la zona de la fosa ilíaca derecha (palpación profunda y suave durante unos 3 segundos y retirada brusca de la mano), la cual generará la aparición de un dolor súbito que pone en evidencia la irritación de las capas internas de la pared abdominal.
La sospecha de un cuadro de apendicitis requiere de valoración médica urgente ya que la solución al problema es, en principio, la intervención quirúrgica para la extirpación del órgano afectado, manteniendo inicialmente a la persona a dieta y, si es posible, sin administrar medicación alguna.
ATENCIÓN:
En caso de que el enfermo se encuentre embarcado, es imprescindible que el responsable sanitario a bordo, utilizando la lámina de lesiones, solicite consejo al Centro Radio Médico, con el objetivo de definir la localización del dolor y obtener instrucciones acerca de cómo actuar, en espera del
proceder quirúrgico en tierra.
Almudena Martínez Vieira, médico de Sanidad Marítima
Leer más en
Revista MAR 653