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El Instituto Español de Oceanografía acaba de presentar el documental “El futuro del océano”. Una obra producida y dirigida por Mario Cuesta Hernando, que forma parte de las actividades de difusión del centro en el Decenio de las Ciencias Oceánicas, donde muestra el trabajo que desarrolla el IEO para abordar los retos definidos por la ONU. Recogido bajo el lema “la ciencia que necesitamos para el océano que queremos” incluye siete ejes de actuación: un océano limpio, un océano sano y resiliente, un océano productivo, un océano seguro, un océano predecible, un océano accesible y un océano inspirador.
Se muestran asuntos como el trabajo del IEO durante la crisis volcánica de La Palma, el seguimiento que hacen sus científicos de los hábitats de especial interés para la conservación o algunas de las investigaciones pioneras en el mundo sobre acuicultura de especies como el atún rojo o el pulpo. Se trata del Decenio del Desarrollo Sostenible, así lo ha declarado Naciones Unidas. Es especialmente relevante debido a que el crecimiento de la población, la actividad industrial y toda la labor que desarrolla el ser humano alrededor del océano está aumentando. De esta manera, estamos sometiendo a los mares a una mayor presión y se espera que, desde 2010 a 2030, la economía azul duplique su volumen.
El 25% de los empleos relacionados con la economía azul en la Unión Europea están en España. Nuestro país cuenta con la mayor biodiversidad marina del continente y lideramos el porcentaje de espacio marino protegido. Esto, unido al daño tan grande que hemos infringido a los ecosistemas hace necesario definir áreas donde la actividad humana esté restringida. Todos los océanos están contaminados, aunque a nivel general, no en un grado muy elevado. El Mediterráneo es uno de los mares más afectados por plásticos, sobre todo microplásticos. Prácticamente, la totalidad de los animales los han ingerido. Da igual si es en una reserva de la biosfera, un parque nacional o en mar abierto, lejos de la costa. Las consecuencias son múltiples, desde una mortalidad directa en tortugas o cetáceos, a problemas metabólicos o fisiológicos, y traen cambios que afectan a la nutrición de las especies o alteran su fecundidad.
Diálogo entre espectadores y responsables del documental. Autor: María Martínez de Nicolás
OCÉANO PREDICTIVO
Un océano predictivo sería fundamental para poder gestionar mejor los recursos vivos, el transporte marítimo, la contaminación, las especies invasoras, entre otras cosas. Disponemos de muchos medios para estudiar el espacio marino e intentarlo. Pero realmente resulta muy difícil con el conocimiento que tenemos ahora. La Red Argo es uno de los sistemas de observación global más importante de los que disponemos. Compuesta aproximadamente por 4.000 boyas sumergibles, permite obtener información sobre variables físicas como la temperatura y la salinidad del agua o variables biogeoquímicas. En solo diez años con la red operativa, se han hecho el mismo número de observaciones desde el punto de vista de la oceanografía física que a lo largo de toda la historia.
“Hay más gente que ha pisado la luna que bajado a las grandes fosas oceánicas. Incluso se conoce mucho mejor la topografía de la superficie de Marte que la de nuestros fondos oceánicos”, afirma María Gómez Ballesteros, geóloga y vicedirectora técnica y de asesoramiento del IEO. Por ello, el Instituto Español de Oceanografía efectúa una importante labor a través del desarrollo del conocimiento científico.
No solo cuenta con los dos mejores buques oceanográficos de España, sino que también se implica en el desarrollo de nuevos modelos de inteligencia artificial para que todo unido permita una oceanografía de precisión. Así, mientras que un experto puede tardar una hora en identificar las especies que existen en los fondos marinos, los algoritmos que están desarrollando lo hacen en aproximadamente un segundo. En los modelos tridimensionales que trabajan pueden llegar a resoluciones subcentimétricas para medir organismos, seres y características del terreno.