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Entrevista a Felipe Cerezo Andreo
“No existe una carta arqueológica que nos diga dónde están los yacimientos subacuáticos”
10/05/2024
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Opinión
María Martínez/Fotos Felipe Cerezo
La investigación arqueológica “tiene que ser un elemento común de toda la ciudadanía, que debe ser compartido y transmitido”. Felipe Cerezo Andreo, profesional en arqueología submarina, habla sobre distintos aspectos de su trabajo y el proyecto TIDE, donde se han desarrollado experiencias para acercar la historia marítima que nos une como europeos.
¿Qué te motivó para ser buzo?
Me motivaron dos cosas principalmente. La primera es que me apasiona la historia. Tenía claro que quería estudiar historia y sobre todo mediante sus vivencias materiales, a través de la arqueología. Y luego, que soy de la zona de Murcia y desde muy pequeño he estado vinculado al mar, buceando desde los 14 años con botella. De esta manera, hacer arqueología subacuática, hacer buceo científico, era vincular esas dos pasiones, la del mundo sumergido y la de la historia.
¿Qué requisitos se deben cumplir para poder ejercer esta práctica?
Es una profesión dura y hay que tener cierta forma física porque es una práctica exigente. Cuando estamos investigando no es de modo recreativo, es un trabajo profesional. Hacemos cerca de tres inmersiones al día, de más de una hora en algunos casos, dependiendo de la profundidad y de lo que nos marca la normativa. Utilizamos herramientas y técnicas que no son fáciles.
Lo ideal y lo que siempre se debe hacer en arqueología subacuática es formarse en historia. Al fin y al cabo, somos historiadores, somos arqueólogos. Formarse en historia y en arqueología y partir de ahí, compaginar esa formación con el buceo, el conocimiento náutico o nociones sobre cómo se navega de forma tradicional. Esto nos da muchísima información para poder saber y pensar como lo hacía un marino de hace 1.000 ó 2.000 años. Ser capaces de ponernos en su lugar e interpretar bien la historia que nos cuentan los objetos que nos han llegado. Por suerte, ahora en España desde hace seis años, tenemos un máster único y específico de arqueología náutica y subacuática del cual soy el coordinador. ¿Cuál es el trabajo previo que debéis hacer antes de sumergiros?
Nuestro trabajo es interdisciplinar, participan distintos investigadores y nosotros mismos también participamos en diferentes disciplinas o técnicas de investigación. En un primer momento, toda investigación arqueológica subacuática parte de una búsqueda documental tanto de información de archivo, información que puede haber en museos, información que se encuentra en documentación escrita o incluso información oral a través de muchas entrevistas con pescadores o buceadores recreativos, que es un gremio que está expuesto a encontrarse cualquier tipo de objeto por la cotidianidad que tiene su actividad. Recopilando estos datos, planteamos una estrategia de investigación en base a qué queremos conocer, qué tipo de patrimonio sumergido hay en una zona geográfica determinada… O, si tenemos evidencias de que, por ejemplo, hay un naufragio concreto, tenemos la posibilidad de hacer una investigación a la inversa. Intentar identificar qué naufragio es. Si es de época moderna, a través de fotos y archivos, podemos localizar el nombre y la documentación de registro de esa embarcación. Si es de época antigua, es una investigación de detalle sobre su cargamento, los materiales que llevaba… y, por tanto, a través de ahí interpretar e investigar el origen, la navegación que pudo haber tenido, cómo era la vida a bordo de sus navegantes, etc.
¿Qué secuelas te ha dejado este trabajo?, ¿Qué tipo de enfermedades desarrolla un buzo?
Hasta la fecha ninguna. Sí que la actividad de buceo, sobre todo cuando uno está sometido de manera constante al medio hiperbárico puede generar una serie de enfermedades de tipo degenerativo como artrosis o artritis. Estas cuestiones son bastante habituales por la famosa burbujita de nitrógeno que se nos va quedando.
Pero es cierto que, hace poco, se aprobó una nueva normativa de buceo en la que se contemplaba el buceo científico. Esto va avanzando mucho y se tiene muy bien estudiado. Cada vez las empresas son más serias a la hora de tener un control exhaustivo sobre la seguridad de los empleados. Siguiendo la normativa existente de forma cotidiana, tampoco tiene que ser un problema. ¿Las estrategias marinas son suficientes para conseguir un buen estado ambiental del medio?
En lo patrimonial no lo son. No lo son en parte porque, aunque es cierto que hay una legislación y un marco normativo a nivel nacional, a nivel incluso internacional, la aplicación a veces es deficiente. No es la primera vez que sabiendo la existencia de un yacimiento, acaba destruyéndose. O conociendo la sensibilidad de un área, se hacen intervenciones de construcción de obras portuarias sin una supervisión arqueológica previa o un estudio de impacto. Tampoco hay una estrategia realmente nacional y muchas veces tampoco autonómica sobre cómo gestionar realmente el patrimonio. No existe una carta arqueológica a nivel nacional que nos diga dónde están los yacimientos arqueológicos subacuáticos conocidos. No existe esa mínima herramienta de gestión. Entonces, poco se puede hacer para protegerlo.
Has participado en experiencias de inmersión guiadas, como la que realizaste en el Parque Natural del Estrecho o en la isla de Grosa, ¿cuál es la reacción de las personas cuando observan la riqueza submarina?
Somos un poco egoístas, investigamos la historia porque nos gusta, pero es un elemento común de toda la ciudadanía que debe ser compartido y transmitido con la sociedad. Hacer estas actividades de guiar a personas que no saben lo que están viendo permite que caigan de ese pequeño espolio por desconocimiento de “me llevo este trozo porque es un pequeño suvenir de mi inmersión”, como antes se hacía con las conchas. La gente está muy concienciada a través de la interpretación que se ha hecho por parte de los educadores medioambientales y casi nadie coge nada del fondo del mar.
En el medio patrimonial, todavía hay alguno que va cogiendo cositas. La educación y la colaboración es lo que lleva a que se conozca. Hay una cantidad enorme de patrimonio bajo el agua que se está perdiendo, que no se conoce y que no se protege. Y no se ve porque la gente mira al mar y ve una lámina de agua solamente, ve la superficie. Y todo está debajo. Si no eres capaz de llevar a las personas para que lo vean, no lo van a conocer, no lo van a amar y no van a demandar su protección.
En 2019 comenzó el proyecto TIDE ¿Cuál está siendo su repercusión? ¿Por qué es tan necesario?
Está teniendo una repercusión muy positiva. TIDE es un proyecto europeo que aglutina a seis países donde se han desarrollado diferentes experiencias para acercar la historia marítima que nos une como europeos.
Empezó cuando una compañera nuestra, Carlota Pérez Reverte, desarrolló una guía para enseñar a las pequeñas y medianas empresas que se dedican al turismo activo, promotores desde el punto de vista legislativo, cómo se puede hacer de manera responsable la puesta en valor de diferentes sitios arqueológicos, ya sean subacuáticos o terrestres, muy relacionados siempre con el mundo marítimo.
A lo largo de estos últimos tres años, lo que hemos hecho es aplicar esa guía. Hemos desarrollado específicamente estrategias de digitalización de yacimientos subacuáticos. Hacemos vídeos de 360º o modelos virtuales que metemos en gafas de realidad virtual, las cuales ponemos a disposición de la ciudadanía en diferentes eventos. Si no, aquellas personas que no bucean o que nunca van a poder hacerlo por distintos motivos, jamás podrían conocer ese patrimonio. Por ello, nosotros se lo llevamos de manera virtual. Es una gozada ver cuando de repente se ponen las gafas y se ven debajo del agua. La verdad que es muy impactante, muy impresionante.
Ver más contenidos en el número 645 de la revista Mar del mes de mayo
¿Qué te motivó para ser buzo?
Me motivaron dos cosas principalmente. La primera es que me apasiona la historia. Tenía claro que quería estudiar historia y sobre todo mediante sus vivencias materiales, a través de la arqueología. Y luego, que soy de la zona de Murcia y desde muy pequeño he estado vinculado al mar, buceando desde los 14 años con botella. De esta manera, hacer arqueología subacuática, hacer buceo científico, era vincular esas dos pasiones, la del mundo sumergido y la de la historia.
¿Qué requisitos se deben cumplir para poder ejercer esta práctica?
Es una profesión dura y hay que tener cierta forma física porque es una práctica exigente. Cuando estamos investigando no es de modo recreativo, es un trabajo profesional. Hacemos cerca de tres inmersiones al día, de más de una hora en algunos casos, dependiendo de la profundidad y de lo que nos marca la normativa. Utilizamos herramientas y técnicas que no son fáciles.
Lo ideal y lo que siempre se debe hacer en arqueología subacuática es formarse en historia. Al fin y al cabo, somos historiadores, somos arqueólogos. Formarse en historia y en arqueología y partir de ahí, compaginar esa formación con el buceo, el conocimiento náutico o nociones sobre cómo se navega de forma tradicional. Esto nos da muchísima información para poder saber y pensar como lo hacía un marino de hace 1.000 ó 2.000 años. Ser capaces de ponernos en su lugar e interpretar bien la historia que nos cuentan los objetos que nos han llegado. Por suerte, ahora en España desde hace seis años, tenemos un máster único y específico de arqueología náutica y subacuática del cual soy el coordinador. ¿Cuál es el trabajo previo que debéis hacer antes de sumergiros?
Nuestro trabajo es interdisciplinar, participan distintos investigadores y nosotros mismos también participamos en diferentes disciplinas o técnicas de investigación. En un primer momento, toda investigación arqueológica subacuática parte de una búsqueda documental tanto de información de archivo, información que puede haber en museos, información que se encuentra en documentación escrita o incluso información oral a través de muchas entrevistas con pescadores o buceadores recreativos, que es un gremio que está expuesto a encontrarse cualquier tipo de objeto por la cotidianidad que tiene su actividad. Recopilando estos datos, planteamos una estrategia de investigación en base a qué queremos conocer, qué tipo de patrimonio sumergido hay en una zona geográfica determinada… O, si tenemos evidencias de que, por ejemplo, hay un naufragio concreto, tenemos la posibilidad de hacer una investigación a la inversa. Intentar identificar qué naufragio es. Si es de época moderna, a través de fotos y archivos, podemos localizar el nombre y la documentación de registro de esa embarcación. Si es de época antigua, es una investigación de detalle sobre su cargamento, los materiales que llevaba… y, por tanto, a través de ahí interpretar e investigar el origen, la navegación que pudo haber tenido, cómo era la vida a bordo de sus navegantes, etc.
¿Qué secuelas te ha dejado este trabajo?, ¿Qué tipo de enfermedades desarrolla un buzo?
Hasta la fecha ninguna. Sí que la actividad de buceo, sobre todo cuando uno está sometido de manera constante al medio hiperbárico puede generar una serie de enfermedades de tipo degenerativo como artrosis o artritis. Estas cuestiones son bastante habituales por la famosa burbujita de nitrógeno que se nos va quedando.
Pero es cierto que, hace poco, se aprobó una nueva normativa de buceo en la que se contemplaba el buceo científico. Esto va avanzando mucho y se tiene muy bien estudiado. Cada vez las empresas son más serias a la hora de tener un control exhaustivo sobre la seguridad de los empleados. Siguiendo la normativa existente de forma cotidiana, tampoco tiene que ser un problema. ¿Las estrategias marinas son suficientes para conseguir un buen estado ambiental del medio?
En lo patrimonial no lo son. No lo son en parte porque, aunque es cierto que hay una legislación y un marco normativo a nivel nacional, a nivel incluso internacional, la aplicación a veces es deficiente. No es la primera vez que sabiendo la existencia de un yacimiento, acaba destruyéndose. O conociendo la sensibilidad de un área, se hacen intervenciones de construcción de obras portuarias sin una supervisión arqueológica previa o un estudio de impacto. Tampoco hay una estrategia realmente nacional y muchas veces tampoco autonómica sobre cómo gestionar realmente el patrimonio. No existe una carta arqueológica a nivel nacional que nos diga dónde están los yacimientos arqueológicos subacuáticos conocidos. No existe esa mínima herramienta de gestión. Entonces, poco se puede hacer para protegerlo.
Has participado en experiencias de inmersión guiadas, como la que realizaste en el Parque Natural del Estrecho o en la isla de Grosa, ¿cuál es la reacción de las personas cuando observan la riqueza submarina?
Somos un poco egoístas, investigamos la historia porque nos gusta, pero es un elemento común de toda la ciudadanía que debe ser compartido y transmitido con la sociedad. Hacer estas actividades de guiar a personas que no saben lo que están viendo permite que caigan de ese pequeño espolio por desconocimiento de “me llevo este trozo porque es un pequeño suvenir de mi inmersión”, como antes se hacía con las conchas. La gente está muy concienciada a través de la interpretación que se ha hecho por parte de los educadores medioambientales y casi nadie coge nada del fondo del mar.
En el medio patrimonial, todavía hay alguno que va cogiendo cositas. La educación y la colaboración es lo que lleva a que se conozca. Hay una cantidad enorme de patrimonio bajo el agua que se está perdiendo, que no se conoce y que no se protege. Y no se ve porque la gente mira al mar y ve una lámina de agua solamente, ve la superficie. Y todo está debajo. Si no eres capaz de llevar a las personas para que lo vean, no lo van a conocer, no lo van a amar y no van a demandar su protección.
En 2019 comenzó el proyecto TIDE ¿Cuál está siendo su repercusión? ¿Por qué es tan necesario?
Está teniendo una repercusión muy positiva. TIDE es un proyecto europeo que aglutina a seis países donde se han desarrollado diferentes experiencias para acercar la historia marítima que nos une como europeos.
Empezó cuando una compañera nuestra, Carlota Pérez Reverte, desarrolló una guía para enseñar a las pequeñas y medianas empresas que se dedican al turismo activo, promotores desde el punto de vista legislativo, cómo se puede hacer de manera responsable la puesta en valor de diferentes sitios arqueológicos, ya sean subacuáticos o terrestres, muy relacionados siempre con el mundo marítimo.
A lo largo de estos últimos tres años, lo que hemos hecho es aplicar esa guía. Hemos desarrollado específicamente estrategias de digitalización de yacimientos subacuáticos. Hacemos vídeos de 360º o modelos virtuales que metemos en gafas de realidad virtual, las cuales ponemos a disposición de la ciudadanía en diferentes eventos. Si no, aquellas personas que no bucean o que nunca van a poder hacerlo por distintos motivos, jamás podrían conocer ese patrimonio. Por ello, nosotros se lo llevamos de manera virtual. Es una gozada ver cuando de repente se ponen las gafas y se ven debajo del agua. La verdad que es muy impactante, muy impresionante.
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