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Salud Mental
Origen y gestión del estrés
21/07/2025
ISM
ISM al día
Marta Redondo Delgado (*)

Factores como novedad, falta de control o ambigüedad intensifican la respuesta de estrés, la cual varía en función de la intensidad y duración del estresor. Además, factores personales y situacionales, como el apoyo social o rasgos de personalidad, influyen en la reacción al estrés.
El estrés que pueden sufrir algunos trabajadores del mar por sus especiales condiciones de trabajo es un aspecto que podría afectar a la salud mental de estos. La conceptualización del término de estrés, “stress” en inglés, tiene su origen técnico a finales del siglo XVII, en el ámbito de la ingeniería, cuando un eminente físico de aquella época llamado Robert Hooke lo emplea para explicar la relación por la que la aplicación de una fuerza externa o carga sobre una estructura física llegaba a distorsionar y deformar dicha estructura física u objeto. En realidad, no ha de extrañar el significado que el término de estrés toma a lo largo de la historia si recordamos que la palabra estrés tiene su origen, desde una perspectiva etimológica, en el verbo latino “stringere”. Este verbo que significa apretar, oprimir, comprimir, estrechar, o contraer, acabó dando lugar a dos variantes, que en inglés fueron “to stress” y “to strain”, y que en español fueron “estrechar” y “estreñir”.
En la psicología actual vamos a encontrar que el término de estrés va a utilizarse generalmente para referirse al proceso que arranca para responder a situaciones que implican demandas fuertes para el individuo, hasta el punto de poder llegar a agotar los recursos de afrontamiento que ese individuo posee. Así, una frase que puede definir muy bien el proceso de estrés sería la de “proceso que se arranca cuando las demandas percibidas superan recursos percibidos”.
Sin embargo, y a pesar de lo aceptado y ampliamente asentado que se encuentra actualmente el concepto de estrés en la investigación psicológica, consensuar una definición de estrés ha sido, y todavía lo es, una cuestión difícil y problemática. Este hecho deriva fundamentalmente del mayor o menor énfasis que se da a uno u otro elemento de todos los que conforma la reacción de estrés. Así, se pueden encontrar propuestas que van a destacar la importancia que las variables situacionales poseen en la reacción de estrés enfatizando el valor de los “estímulos estresores” y de las “situaciones estresantes”, mientras que otras propuestas van a considerar especialmente característico del estrés el patrón de activación fisiológica que se da en esta reacción, o las conductas que la acompañan.
Si ponemos el foco en el proceso de respuesta, y el patrón de cambios cognitivos, fisiológicos y conductuales, podemos encontrarnos con que dichos cambios acaban configurándose en respuestas emocionales, siendo lo más habitual que los cambios fisiológicos, cognitivos y conductuales de las primeras fases del proceso de estrés son los que caracterizan la respuesta de ansiedad, mientras que los cambios posteriores, en el caso de que el proceso de estrés siga en marcha, suelen ser los que definen otras respuestas emocionales como la ira, y posteriormente la tristeza.
DURACIÓN
De todas las posibles características de un estresor, la intensidad y la duración son las que van a modular la respuesta de estrés, de forma que cuanto más intenso y duradero sea el estresor mayor será la respuesta de estrés. Por otro lado, las situaciones que provocan estrés en los individuos pueden ser clasificadas del siguiente modo:
5 SITUACIONES QUE PUEDEN CAUSAR ESTRÉS
Las situaciones estresantes a las que se enfrentan los trabajadores del mar son muy diversas, pero suelen compartir entre sí una serie de características, entre las que destacan las siguientes:
CAMBIO O NOVEDAD.
La exposición a estímulos nuevos de los que se carece de información puede desencadenar respuestas de estrés mayores que otros estímulos más graves (la situación es nueva, no tenemos experiencia previa...).
NO PREDICTIBILIDAD.
La respuesta de estrés es mayor ante un estímulo no predecible que ante uno predecible, aun cuando la duración e intensidad sean iguales. No poseemos información predecible para poder tomar decisiones.
INCERTIDUMBRE.
Se produce un estado de incertidumbre. (¿Qué va a ocurrir?, ¿Cuándo va a ocurrir?).
POCA CLARIDAD.
La situación es ambigua, hay una sobrecarga de información, o ésta es poco clara o insuficiente.
AUSENCIA DE CONTROL.
La respuesta de estrés es mayor cuanto menor sea el control percibido de la situación.
CARACTERÍSTICAS
Cuando un sujeto se enfrenta a una situación de estrés, se ponen en marcha en su organismo una serie de respuestas fisiológicas que van a estar destinadas a afrontar de forma exitosa la situación estresante y a resolverla. Esta respuesta fisiológica pasa por tres fases diferentes que se suceden del siguiente modo que a continuación se detallan. Al proceso en su conjunto se le conoce con el nombre de “Síndrome General de Adaptación”:
Fase de alarma: Cuando se produce una situación estresante el organismo reacciona con una hiperactivación a nivel fisiológico para intentar superar la situación. Esta primera respuesta conlleva un aumento de algunas respuestas como el ritmo cardíaco, la respiración, la presión arterial, los niveles de glucosa en sangre o la tensión muscular. Toda esta activación se pone en marcha de forma rápida, pero no puede ser mantenida durante mucho tiempo, por lo que, si no se consigue superar la situación, se pasa a la siguiente fase.
Fase de resistencia: A esta fase se llega cuando las condiciones estresantes se mantienen en el tiempo y el organismo se encuentra ante la imposibilidad de mantener de forma continuada la activación que implica una reacción de alarma. Esta fase de resistencia es en muchos aspectos una adaptación de la de alarma, pero que permite al organismo seguir manteniendo unos altos niveles de activación fisiológica en el intento de superar la situación.
Fase de agotamiento: Finalmente y si persiste el mantenimiento de las condiciones estresantes, el equilibrio obtenido en la fase anterior se pierde, produciéndose el agotamiento del propio organismo por falta de reservas para seguir manteniendo estos niveles de activación. El organismo pierde su capacidad de activación y se sitúa por debajo de los niveles normales como consecuencia de la falta de recursos. Si la situación persiste, se puede llegar al agotamiento total con consecuencias nocivas muy importantes para la salud que más adelante comentaremos.
Además de la respuesta fisiológica y las consecuencias que su sostenimiento tiene por la activación de distintos sistemas fisiológicos (neural, neuroendocrino…), existen también aproximaciones al estrés que ponen el foco en las variables del individuo y su interacción con el entorno y cultura. Las variables psicosociales, así como diferencias psicológicas individuales en variables psicológicas, se han relacionado de forma evidente con distintos niveles de vulnerabilidad al estrés (ver Sapolsky, 1995), lo que pone de manifiesto la relevancia que estos factores tienen en la respuesta de estrés.
Desde la perspectiva cognitiva del estrés, la forma en que una persona valora una situación y sus recursos para afrontarla resulta clave. Por ello, identificar los factores que influyen en esa evaluación se convierte en un foco de estudio relevante. Variables como el apoyo social -de carácter situacional- o rasgos personales, actúan como mediadores en la respuesta al estrés, modulando su intensidad y duración.
FACTORES
Hay una serie de factores que van a mediar en la respuesta de estrés y, especialmente, cuando entendamos que el estrés está vinculado a la valoración de la situación, sus demandas y los recursos de los que se dispone. Habrá que tener en cuenta mediadores como los siguientes (Sánchez-Elvira, 2000):
CREENCIAS. Son ideas de las que la persona dispone con anterioridad a la aparición de la situación estresante y que van a guiar la atención que se presta a unas u otras variables, así como la interpretación que se haga de las mismas.
COMPROMISOS Y VALORES. Van a identificar aquellas creencias que tienen un significado especialmente importante para la persona.
MOTIVOS. Señalan aquellas variables que han movido a la persona a manejar una determinada situación de una determinada manera.
DIMENSIONES. O los rasgos de personalidad, entendidas como tendencias de comportamiento que se mantienen de forma regular en el tiempo y a través de distintas situaciones, y que, por lo tanto, pueden afectar a la reacción de estrés. Por ejemplo, el rasgo de ansiedad.
CONTEXTO. Se incluyen múltiples características, como la magnitud e intensidad de la situación, la novedad, la probabilidad de ocurrencia, y las circunstancias en las que se da, por ejemplo, si se dispone de apoyo social o no.
CARACTERÍSTICAS CULTURALES. Afectan a las creencias, valores y motivaciones del individuo y que tienen que ver con las normas y los referentes que la persona tiene en el ambiente en el que se desarrolla.
Los estresores pueden ser múltiples debido entre otras cosas a la vinculación que existe entre las variables de carácter individual y la respuesta de estrés. Aun así, es posible identificar determinados tipos de sucesos o eventos que con frecuencia son considerados como estresantes. Estas categorías son:
En cualquier caso, la operatividad de los distintos tipos de clasificaciones que se utilizan para agrupar a los estresores depende en gran medida de las consecuencias que se estén estudiando. En este sentido es importante recordar las importantes consecuencias que el estrés tiene para la salud del individuo que lo padece, porque si bien es verdad que cierto grado de estrés puede ayudar a llevar una vida activa que permita alcanzar logros, no son menos ciertas las implicaciones que, por ejemplo, el estrés tiene en el funcionamiento del sistema inmune, y sobre los distintos órganos y funciones. Una regulación adecuada de las emociones incluidas en el proceso de estrés (ansiedad, ira, tristeza), favorecerá el afrontamiento exitoso de desafíos a la vez que nos alejará de caer en el error de mantener abiertos procesos de enfrentamiento a situaciones en las que el proceso de estrés, y sus respuestas emocionales incluidas (ansiedad, ira, tristeza…) tiendan a cronificarse, favoreciendo la aparición de problemas psicológicos, como trastornos de ansiedad, depresión, etc. y/o de la salud. La modificación de las situaciones estresantes, mediante el desarrollo de procesos racionales de solución de problemas, así como la solicitud de apoyo social frente a esos problemas, facilitará la regulación de las emociones asociadas al estrés y la reducción de las demandas de las situaciones, reduciendo con todo ello el nivel de estrés.
(*) Marta Redondo Delgado
Doctora en Psicología de la UCJC
Leer más contenidos en el número 658 de la revista Mar.
El estrés que pueden sufrir algunos trabajadores del mar por sus especiales condiciones de trabajo es un aspecto que podría afectar a la salud mental de estos. La conceptualización del término de estrés, “stress” en inglés, tiene su origen técnico a finales del siglo XVII, en el ámbito de la ingeniería, cuando un eminente físico de aquella época llamado Robert Hooke lo emplea para explicar la relación por la que la aplicación de una fuerza externa o carga sobre una estructura física llegaba a distorsionar y deformar dicha estructura física u objeto. En realidad, no ha de extrañar el significado que el término de estrés toma a lo largo de la historia si recordamos que la palabra estrés tiene su origen, desde una perspectiva etimológica, en el verbo latino “stringere”. Este verbo que significa apretar, oprimir, comprimir, estrechar, o contraer, acabó dando lugar a dos variantes, que en inglés fueron “to stress” y “to strain”, y que en español fueron “estrechar” y “estreñir”.
En la psicología actual vamos a encontrar que el término de estrés va a utilizarse generalmente para referirse al proceso que arranca para responder a situaciones que implican demandas fuertes para el individuo, hasta el punto de poder llegar a agotar los recursos de afrontamiento que ese individuo posee. Así, una frase que puede definir muy bien el proceso de estrés sería la de “proceso que se arranca cuando las demandas percibidas superan recursos percibidos”.
Sin embargo, y a pesar de lo aceptado y ampliamente asentado que se encuentra actualmente el concepto de estrés en la investigación psicológica, consensuar una definición de estrés ha sido, y todavía lo es, una cuestión difícil y problemática. Este hecho deriva fundamentalmente del mayor o menor énfasis que se da a uno u otro elemento de todos los que conforma la reacción de estrés. Así, se pueden encontrar propuestas que van a destacar la importancia que las variables situacionales poseen en la reacción de estrés enfatizando el valor de los “estímulos estresores” y de las “situaciones estresantes”, mientras que otras propuestas van a considerar especialmente característico del estrés el patrón de activación fisiológica que se da en esta reacción, o las conductas que la acompañan.
Si ponemos el foco en el proceso de respuesta, y el patrón de cambios cognitivos, fisiológicos y conductuales, podemos encontrarnos con que dichos cambios acaban configurándose en respuestas emocionales, siendo lo más habitual que los cambios fisiológicos, cognitivos y conductuales de las primeras fases del proceso de estrés son los que caracterizan la respuesta de ansiedad, mientras que los cambios posteriores, en el caso de que el proceso de estrés siga en marcha, suelen ser los que definen otras respuestas emocionales como la ira, y posteriormente la tristeza.
DURACIÓN
De todas las posibles características de un estresor, la intensidad y la duración son las que van a modular la respuesta de estrés, de forma que cuanto más intenso y duradero sea el estresor mayor será la respuesta de estrés. Por otro lado, las situaciones que provocan estrés en los individuos pueden ser clasificadas del siguiente modo:
- Estresores mayores: Se refieren a acontecimientos clave en la vida de un individuo, cuya frecuencia suele ser baja (muerte de un familiar, divorcio, presencia de una enfermedad grave...).
- Estresores menores: Serían el cúmulo de pequeñas cosas que, a lo largo del día, pueden irritarnos o perturbarnos (atascos, discusiones con la pareja, etc..). A pesar de que estos eventos menores que sufrimos a diario son menos dramáticos que los anteriores, son mucho más frecuentes e importantes en el proceso de adaptación del sujeto al medio y en la conservación de su propia salud.
5 SITUACIONES QUE PUEDEN CAUSAR ESTRÉS
Las situaciones estresantes a las que se enfrentan los trabajadores del mar son muy diversas, pero suelen compartir entre sí una serie de características, entre las que destacan las siguientes:
CAMBIO O NOVEDAD.
La exposición a estímulos nuevos de los que se carece de información puede desencadenar respuestas de estrés mayores que otros estímulos más graves (la situación es nueva, no tenemos experiencia previa...).
NO PREDICTIBILIDAD.
La respuesta de estrés es mayor ante un estímulo no predecible que ante uno predecible, aun cuando la duración e intensidad sean iguales. No poseemos información predecible para poder tomar decisiones.
INCERTIDUMBRE.
Se produce un estado de incertidumbre. (¿Qué va a ocurrir?, ¿Cuándo va a ocurrir?).
POCA CLARIDAD.
La situación es ambigua, hay una sobrecarga de información, o ésta es poco clara o insuficiente.
AUSENCIA DE CONTROL.
La respuesta de estrés es mayor cuanto menor sea el control percibido de la situación.
CARACTERÍSTICAS
Cuando un sujeto se enfrenta a una situación de estrés, se ponen en marcha en su organismo una serie de respuestas fisiológicas que van a estar destinadas a afrontar de forma exitosa la situación estresante y a resolverla. Esta respuesta fisiológica pasa por tres fases diferentes que se suceden del siguiente modo que a continuación se detallan. Al proceso en su conjunto se le conoce con el nombre de “Síndrome General de Adaptación”:
Fase de alarma: Cuando se produce una situación estresante el organismo reacciona con una hiperactivación a nivel fisiológico para intentar superar la situación. Esta primera respuesta conlleva un aumento de algunas respuestas como el ritmo cardíaco, la respiración, la presión arterial, los niveles de glucosa en sangre o la tensión muscular. Toda esta activación se pone en marcha de forma rápida, pero no puede ser mantenida durante mucho tiempo, por lo que, si no se consigue superar la situación, se pasa a la siguiente fase.
Fase de resistencia: A esta fase se llega cuando las condiciones estresantes se mantienen en el tiempo y el organismo se encuentra ante la imposibilidad de mantener de forma continuada la activación que implica una reacción de alarma. Esta fase de resistencia es en muchos aspectos una adaptación de la de alarma, pero que permite al organismo seguir manteniendo unos altos niveles de activación fisiológica en el intento de superar la situación.
Fase de agotamiento: Finalmente y si persiste el mantenimiento de las condiciones estresantes, el equilibrio obtenido en la fase anterior se pierde, produciéndose el agotamiento del propio organismo por falta de reservas para seguir manteniendo estos niveles de activación. El organismo pierde su capacidad de activación y se sitúa por debajo de los niveles normales como consecuencia de la falta de recursos. Si la situación persiste, se puede llegar al agotamiento total con consecuencias nocivas muy importantes para la salud que más adelante comentaremos.
Además de la respuesta fisiológica y las consecuencias que su sostenimiento tiene por la activación de distintos sistemas fisiológicos (neural, neuroendocrino…), existen también aproximaciones al estrés que ponen el foco en las variables del individuo y su interacción con el entorno y cultura. Las variables psicosociales, así como diferencias psicológicas individuales en variables psicológicas, se han relacionado de forma evidente con distintos niveles de vulnerabilidad al estrés (ver Sapolsky, 1995), lo que pone de manifiesto la relevancia que estos factores tienen en la respuesta de estrés.
Desde la perspectiva cognitiva del estrés, la forma en que una persona valora una situación y sus recursos para afrontarla resulta clave. Por ello, identificar los factores que influyen en esa evaluación se convierte en un foco de estudio relevante. Variables como el apoyo social -de carácter situacional- o rasgos personales, actúan como mediadores en la respuesta al estrés, modulando su intensidad y duración.
FACTORES
Hay una serie de factores que van a mediar en la respuesta de estrés y, especialmente, cuando entendamos que el estrés está vinculado a la valoración de la situación, sus demandas y los recursos de los que se dispone. Habrá que tener en cuenta mediadores como los siguientes (Sánchez-Elvira, 2000):
CREENCIAS. Son ideas de las que la persona dispone con anterioridad a la aparición de la situación estresante y que van a guiar la atención que se presta a unas u otras variables, así como la interpretación que se haga de las mismas.
COMPROMISOS Y VALORES. Van a identificar aquellas creencias que tienen un significado especialmente importante para la persona.
MOTIVOS. Señalan aquellas variables que han movido a la persona a manejar una determinada situación de una determinada manera.
DIMENSIONES. O los rasgos de personalidad, entendidas como tendencias de comportamiento que se mantienen de forma regular en el tiempo y a través de distintas situaciones, y que, por lo tanto, pueden afectar a la reacción de estrés. Por ejemplo, el rasgo de ansiedad.
CONTEXTO. Se incluyen múltiples características, como la magnitud e intensidad de la situación, la novedad, la probabilidad de ocurrencia, y las circunstancias en las que se da, por ejemplo, si se dispone de apoyo social o no.
CARACTERÍSTICAS CULTURALES. Afectan a las creencias, valores y motivaciones del individuo y que tienen que ver con las normas y los referentes que la persona tiene en el ambiente en el que se desarrolla.
Los estresores pueden ser múltiples debido entre otras cosas a la vinculación que existe entre las variables de carácter individual y la respuesta de estrés. Aun así, es posible identificar determinados tipos de sucesos o eventos que con frecuencia son considerados como estresantes. Estas categorías son:
- Estresores agudos: por ser limitados en el tiempo.
- Secuencias estresantes: por ser una serie de acontecimientos que se repiten, tras un episodio inicial, durante un periodo de tiempo prolongado.
- Estresores crónicos intermitentes: que son sucesos aversivos que se repiten siempre de forma periódica.
- Estresores crónicos: que son aquellos que una vez que aparecen están presentes de forma continua.
En cualquier caso, la operatividad de los distintos tipos de clasificaciones que se utilizan para agrupar a los estresores depende en gran medida de las consecuencias que se estén estudiando. En este sentido es importante recordar las importantes consecuencias que el estrés tiene para la salud del individuo que lo padece, porque si bien es verdad que cierto grado de estrés puede ayudar a llevar una vida activa que permita alcanzar logros, no son menos ciertas las implicaciones que, por ejemplo, el estrés tiene en el funcionamiento del sistema inmune, y sobre los distintos órganos y funciones. Una regulación adecuada de las emociones incluidas en el proceso de estrés (ansiedad, ira, tristeza), favorecerá el afrontamiento exitoso de desafíos a la vez que nos alejará de caer en el error de mantener abiertos procesos de enfrentamiento a situaciones en las que el proceso de estrés, y sus respuestas emocionales incluidas (ansiedad, ira, tristeza…) tiendan a cronificarse, favoreciendo la aparición de problemas psicológicos, como trastornos de ansiedad, depresión, etc. y/o de la salud. La modificación de las situaciones estresantes, mediante el desarrollo de procesos racionales de solución de problemas, así como la solicitud de apoyo social frente a esos problemas, facilitará la regulación de las emociones asociadas al estrés y la reducción de las demandas de las situaciones, reduciendo con todo ello el nivel de estrés.
(*) Marta Redondo Delgado
Doctora en Psicología de la UCJC
Leer más contenidos en el número 658 de la revista Mar.
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