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Dieta, cerebro y prevención: el papel del pescado azul
28/09/2025
Más Mar
Opinión
Oriol Grau
Los grandes hallazgos de la ciencia empiezan con una simple observación. En los años 70, un investigador danés reparó en un fenómeno aparentemente inexplicable: la población inuit de Groenlandia, cuya dieta se basa en grandes cantidades de grasa animal procedente de ballenas y focas, presentaba tasas sorprendentemente bajas de enfermedades cardiovasculares. ¿Cómo era posible que, aún consumiendo tanta grasa animal, tuvieran menos infartos que otras poblaciones?
La clave no estaba en la cantidad sino en la calidad. Esas grasas eran ricas en omega-3, un tipo de ácido graso conocido por sus efectos protectores. Así empezó el interés científico por el omega-3 que, hoy en día, se ha extendido del corazón al cerebro.
Sabemos que el pescado azul contiene grandes cantidades de ácido docosahexaenoico (DHA), uno de los omega-3 más estudiados. Este componente es fundamental para la salud de las neuronas. Por un lado, forma parte de la membrana celular neuronal, ayudando a mantener su integridad a lo largo del tiempo. Pero no solo actúa como estructura, sino que también mejora el funcionamiento del cerebro al facilitar la comunicación entre las neuronas y favorecer una transmisión más eficiente de las señales nerviosas.
Uno de los hallazgos más interesantes de los últimos años es que el DHA mejora la capacidad del cerebro para utilizar la glucosa, su principal fuente de energía. Este punto es especialmente relevante en el contexto del Alzheimer, ya que antes de que aparezcan los síntomas clínicos, ciertas áreas del cerebro comienzan a perder eficiencia energética.
Desde el Barcelonaβeta Brain Research Center, en colaboración con el Instituto Hospital del Mar, hemos observado que las personas que consumen omega-3 de forma habitual presentan mejor captación de glucosa en zonas cerebrales vulnerables a la enfermedad. Este efecto podría traducirse en mayor resistencia al deterioro cognitivo.
El consumo de omega-3 puede ayudar a prevenir el Alzheimer y otras demencias.
Y es que el Alzheimer es uno de los mayores retos sanitarios de nuestro tiempo. En España, afecta ya a unas 900.000 personas. Uno de cada diez de los mayores de 65 años y hasta un tercio de los de más de 85 convive con algún tipo de demencia.
Las cifras no dejan lugar a dudas y el futuro preocupa. Si no se encuentra una cura efectiva, los expertos estiman que en 2050 los casos podrían triplicarse, superando el millón y medio tan solo en nuestro país. Ante un escenario así, la prevención no es una opción sino una necesidad.
Incluir pescado azul en la dieta es una opción respaldada por la evidencia científica para mejorar la salud cerebral. El DHA no solo mejora el metabolismo energético del cerebro, sino que algunos estudios sugieren que también podría favorecer la circulación cerebral, reducir la inflamación y contribuir a frenar la formación de las placas beta-amiloides, uno de los marcadores de la enfermedad. Además, a diferencia de los suplementos, el pescado azul proporciona una fuente natural y completa de nutrientes beneficiosos.
Eso sí, hay que ser cauteloso. Todavía no podemos afirmar que el pescado azul prevenga directamente el Alzheimer u otras demencias. Aunque muchos estudios observacionales apuntan en esa dirección, aún no se ha establecido una relación causa-efecto. Sin embargo, la evidencia científica actual es lo suficientemente sólida como para justificar su recomendación dentro de una dieta equilibrada.
Por eso, instituciones como la American Heart Association aconsejan consumir al menos dos raciones semanales de pescado graso. No solo por sus beneficios para el corazón, sino también por su potencial para cuidar el cerebro. Y en un momento en el que aún no disponemos de una cura para las demencias, cada pequeño paso hacia la prevención cuenta.
Quizás no podamos cambiar el curso del Alzheimer de un día para otro. Pero sí podemos empezar por lo que está en nuestras manos cuidando lo que comemos. Incluir pescado azul en la dieta es una decisión sencilla, accesible y con base científica. Igual que aquel hallazgo entre los hielos de Groenlandia marcó el inicio de una nueva línea de investigación, este alimento sigue siendo una pista prometedora en el camino hacia una mejor salud cerebral.