Inmersión profesional
Medio Ambiente
"Nosotros llevamos pidiendo un coeficiente reductor desde hace 18 años. Por ejemplo, un buzo industrial puede tener un desarraigo familiar tanto o más que un marino mercante, que tiene un coeficiente reductor de 0,40. Ellos van a bordo de un barco, y nosotros muchas veces también. Y si no vamos a bordo estamos a pie de muelle, al igual que puede estar un estibador que también tiene un 0,40”, comienza diciendo Luis Torcida Camacho, representante del Sindicato de Buceadores Profesionales de España.
Después de muchos años reivindicando la inclusión de los buzos profesionales entre los colectivos que pueden disfrutar de un coeficiente reductor de la edad de jubilación, ahora a través de la Ley de Pesca Sostenible podrán beneficiarse de un 0,15 tras la modificación incluida a petición del Instituto Social de la Marina. En un futuro habrá un nuevo procedimiento para evaluar los coeficientes reductores, lo que supondrá que podría haber una nueva vía para pedir una modificación en el porcentaje concedido.
El buceo profesional es una tareapeligrosa, así lo recoge la legislación laboral española y el Real Decreto 550/2020, de 2 de junio, por el que se determinan las condiciones de seguridad de las actividades de buceo, con el que se unificaron normas dispersas y se modernizó la regulación en el ámbito de la seguridad. Entre otros aspectos, se estableció una edad mínima de 18 años para el ejercicio de la actividad excepto en el caso de buceo recreativo y deportivo, que se puede practicar desde los ocho años aunque con limitaciones de profundidad por franjas de edad. Además, de unas normas de seguridad específicas para cada modalidad: recreativo, deportivo, profesional, científico y de extracción.
La Asociación Nacional de Empresas de Buceo Profesional (ANEBP) consideró que el Real Decreto mejoró determinados aspectos del anterior de 1997, en relación con la reducción de las trabas administrativas. Pero en el caso de normativa de seguridad, no entendieron la rebaja en sus estándares. Su presidente de aquella época, Manuel Retamales, cuestionó la reducción del personal mínimo exigido tanto en buceo con equipo autónomo como semiautónomo, que es menos de cinco efectivos, según la profundidad.
Por todo ello, el sector considera que las medidas asignadas para su protección no son suficientes y el pasado 31 de enero, una delegación de la Federación de Servicios a la Ciudadanía de CCOO compuesta por buzos profesionales, responsables del sector del mar y responsables de salud laboral, se reunieron con los grupos parlamentarios del PSOE y el PP en el Senado para solicitar una mejora en el coeficiente reductor.
Pero, como el Gobierno no autorizó que se debatieran las enmiendas al vetarlas en la Mesa del Congreso en virtud del artículo 134 de la Constitución, que permite esta circunstancia en aquellas iniciativas que supongan un aumento del gasto o una disminución en los ingresos, organizaron una concentración de buzos profesionales de toda España en la Plaza de las Cortes en Madrid, frente al Congreso de los Diputados, para reivindicar, no solo la mejora del coeficiente, sino también la revisión de la normativa de seguridad en los trabajos subacuáticos que se publicó en 2020.
Se enfrentan a muchos riesgos solo por el origen de su labor en el medio subacuático e hiperbárico, con el consiguiente aumento de la densidad, exposición a condiciones termohigrométricas desfavorables y exposición a cambios de presión. Así, se pueden desarrollar barotraumas, hipoacusia o enfermedades descompresivas. “Siempre se dice que los buzos nos quedamos todos sordos, pues sí. Todos terminamos perdiendo algún tipo de audición en los oídos. Eso es de oficio, es normal”, añade Rosa Mª García Murcia, buceadora profesional de vigilancia ambiental e investigadora.
En el caso de Sergio Romero, buzo profesional de acuicultura, alude a lo que llama inmersiones yoyó. “Vas hasta el fondo de la jaula, revisas los peces muertos, subes, te tienes que ir a otra jaula, volver a bajar, volver a subir. Eso es más peligroso que una inmersión continuada porque estás sometiendo al cuerpo a cambios de presión constantemente”.
Coinciden en que es normal desarrollar algún tipo de secuela física, pero a ello se suma que, si este hecho les obliga a retirarse, tendrían que buscar otro trabajo sin estar en condiciones óptimas de salud, lo que dificultaría su posible contratación. Por ello, la aplicación del coeficiente reductor supone un gran alivio, al ser una medida que otorga una mayor protección de cara a la jubilación, permitiendo su retirada casi cuatro años antes. “Trabajamos en un medio que no es el natural, es un medio hostil para la vida humana. Trabajas en inmersión, sometido a la presión, a la intemperie y a bajas temperaturas. Y luego, además de eso, hay otra serie de secuelas, que no se manifiestan ni a corto ni a medio plazo, sino a largo plazo”, indica Luis Torcida.
Además, para garantizar su protección, es importante que los diferentes buzos trabajen en conjunto ciñéndose a la normativa de su régimen. “Tienes que ser un equipo, si no lo tienes mejor no echarse al agua. Se sumerge un buzo y otro se queda en stand by, totalmente equipado, monitorizado con su cámara, foco y comunicación”, sostiene Romero.
Aunque también explica que, en otros tipos de buceo, como por ejemplo en los procesos de obras que puede realizar un buzo industrial, es posible que se sumerjan más personas y, por tanto, el número de compañeros que queden en stand by aumente. Es decir, depende de los requisitos de la actividad, pero siempre habrá un apoyo fuera para cada uno por si ocurre cualquier emergencia.
Hay que tener en cuenta que no todo el mundo puede dedicarse a esta profesión, no solo por la dureza del trabajo, los requisitos físicos o las condiciones climáticas, sino porque dependiendo el sector al que te dediques, son necesarios estudios relacionados con el tema. “Cuando bajas a ver una pradera, tienes que saber lo que estás haciendo, controlar el material que llevas y la flotabilidad para no afectar a la pradera. Más que nada tener una mínima experiencia en buceo y luego formación”, señala García Murcia, quien manifiesta que en su ámbito la mayoría son licenciados en ciencias del mar, ciencias ambientales o biología.
Luis Torcida Camacho, industrial
Se dedica a la construcción y mantenimiento de infraestructuras, buques, zonas industriales o partes sumergidas. Un trabajo imprescindible es el que realiza en las plantas de producción de energía nuclear, hidráulica o térmica. En las nucleares se cuidan los paneles térmicos y se hace la limpieza del anillo o el toro, que es donde ebulle el agua que logra que se muevan las turbinas.
También se encarga de las presas para regular el abastecimiento de agua. La mayoría de las intervenciones en este ámbito son para sellar puertas averiadas que permiten la salida de agua que no se convierte en productiva.
El sistema de contratación suele ser por obra y servicio porque son muy pocas las empresas que tienen plantilla fija. Cada obra tiene una duración diferente y lo normal es que se desplacen por el tiempo total. Cuando es muy prolongada, sí hay periodos de rotación, pero cuando no llega a seis meses, “muchas veces el cambio no existe porque al primero que no le conviene es a ti".
Sergio Romero, acuicultura
Antes de una inmersión, los compañeros tienen una reunión sobre cómo se va a ejecutar el trabajo, preparan el equipo y realizan una investigación con la misma inspección que desarrolla el buzo mientras está explorando las jaulas. Posteriormente, toman las medidas pertinentes respecto a lo que hay que hacer tanto de reparaciones en jaulas, amarres o módulos y efectúan una revisión de todo ello.
Por persona no pueden realizar más de tres inmersiones diarias. Intentan hacer las mínimas posibles para proteger su salud y, por ello, ahora están gestionando el sistema de robótica submarina. Lo utilizan para las inspecciones, de manera que quitan el factor de peligrosidad que tiene un buzo. “Así, puedes demorarte más tiempo si lo requiere. A veces hay puntos que no los terminas de ver bien o que te interesan más”. También les sirve para recoger muestras del fondo, donde están las piscifactorías, y certificar que no hay contaminación.
Rosa Mª García, vigilancia ambiental
Todas las empresas que hacen un vertido al mar tienen una autorización por parte de la Administración, pero para llevar el control hay que cumplir con los programas de vigilancia ambiental. Por ello, su labor principal es realizar muestreos de aguas o sedimentos e inspeccionar las praderas de posidonia y las distintas especies para comprobar que no hayan sido perjudicadas por el vertido.
También se encarga de hacer cambios en distintos equipos de medición. Por ejemplo, en las desaladoras les exigen tener equipos debajo del agua midiendo de continuo salinidad y temperatura. Y ellos deberán revisar los datos que han tomado o realizar los cambios que necesite el equipo.
Rosa María García trabaja para varias empresas y dependiendo de la campaña o del tiempo, varía la cantidad de inmersiones. “Hay empresas que tienen campañas semanales, otras mensuales y otras trimestrales. Pero de normal, salimos a bucear semanalmente. Mínimo una vez por semana".