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José Luis Cort
El biólogo que vivió en el mar
27/02/2024
Más Mar
Opinión
Clara González Salvador
Hay personas que han nacido con una vocación en la que van a trabajar toda la vida. No lo han sabido desde siempre, ni nadie se lo ha hecho saber. Sin embargo, las decisiones y acontecimientos les han guiado hasta ese camino. Tal vez lo hayan hecho inconscientemente y sin saber qué les deparará.
O tal vez ha sido la intuición la que ha tenido un papel importante.
Este es el caso de José Luis Cort, doctor en biología animal, investigador desde 1973 a 2019 en el Instituto Español de Oceanografía (IEO). También ha presidido el comité científico de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT, también conocido como SCRS).
La conversación con Cort es fluida porque se acuerda de todos los episodios de su vida. Si se olvida de algún detalle, tiene un libro que los plasma llamado ‘Memorias de un biólogo-oceanógrafo del IEO’. Él es mallorquín, en concreto de la Bonanova, apasionado de los documentales del mundo submarino de Jacques Cousteau y cuenta que su pasión por el mar se debe a que lo ha tenido siempre frente a él. También reconoce que no siempre tuvo claro a lo que se quería dedicar: “al principio estás desorientado sin saber bien dónde tienes que dirigirte”.
Cort ha escrito alrededor de diez libros divulgativos, ha escrito en revistas como la Hoja del Mar y tiene tras de sí numerosas publicaciones y más de 40 años de experiencia como científico.
Primeros comienzos
Hubo oportunidades que marcaron su juventud: sus estudios en biología, la primera experiencia en el mar (no como biólogo, sino como marinero) pescando pulpos en un arrastrero sahariano. También consiguió, junto con su compañero de carrera Germán Pérez-Gándaras, una beca para muestrear en un barco factoría durante 40 días, que, según él, “hizo todo mucho más fácil” porque le llevó a conseguir muchos datos, publicar trabajos y hacer la tesina.
“El futuro de una persona puede ser el producto de una casualidad”, esa es la frase con la que Cort define una de las oportunidades clave en su carrera. Así, gracias a un contacto de su hermano, consiguió hacer el seguimiento del atún rojo en Fuenterrabía, en el Golfo de Vizcaya, en el barco “Txingudi”. Él lo considera un “bautismo” porque, a partir de ahí, pasó cerca de 20 años saliendo con los atuneros en el norte de España.
Su primera colaboración con el IEO fue en Santander en 1974 para analizar las pesquerías de anchoas y túnidos, donde recuerda “la dureza del clima”, pero que le ha venido bien para el resto de su vida. También nombra su paso por el barco ‘María Reina de los Cielos y Nuevo María Reina de los Cielos”, de los hermanos Susperregui, que define como “su escuela de aprendizaje”.
Logros profesionales
A lo largo de sus 40 años de profesión ha viajado por diferentes rincones del mundo. En aquellos lugares realizó, entre otros trabajos, prospecciones en el mar Índico Occidental, fue asesor científico para negociaciones gubernamentales en la India y Maldivas, Coordinador Nacional del Programa de túnidos de la IEO y fue elegido presidente del comité científico de la ICCAT. Del último puesto, reconoce que la experiencia le obligó “a esforzarme en tareas en las que no estaba acostumbrado”, pero que resultó de gran interés y fue fundamental para su formación científica.
Cort destaca que el trabajo que le “abrió puertas” fue escribir el libro “Cimarrón” de temática divulgativa y que analiza el atún rojo. Más adelante escribió Cimarrón II. De estas dos obras se filmó el documental también denominado “Cimarrón” que denunciaba la pesca irresponsable del atún rojo en los años 90. Una obra que muestra las consecuencias de la captura ilegal de peces juveniles.
Gracias al primer libro, la Secretaría General de Pesca en Madrid le nombró responsable de una prospección de túnidos en las Islas Seychelles, que le permitió especializarse en los túnidos tropicales. Esta campaña concluyó con el primer acuerdo de pesca de atunes entre los gobiernos de España y Seychelles. El investigador explica que esto supuso el comienzo de las actividades españolas de pesca industrial de las poblaciones en el Índico Occidental.
Actualidad y atunes
El biólogo reflexiona acerca de su pasado y de su pasión por la investigación. Concluye con que no se arrepiente del camino que ha emprendido. De hecho, dice que, a pesar de llevar cinco años jubilado, sigue publicando y manteniéndose vinculado con su profesión. Una de las cuestiones que más ha denunciado ha sido sobre la pesca ilegal de los atunes juveniles y la sobrepesca de la especie.
De hecho, dos semanas antes de su jubilación, Cort, junto con su compañero del IEO Pablo Abaunza, decidió escribir el libro “La pesquería del atún rojo en el Golfo de Vizcaya”. En él se muestra la relación entre la pesquería de juveniles del Golfo de Vizcaya y de Marruecos, en el Océano Atlántico, con la pérdida de las poblaciones de peces reproductores.
Este hecho ha perdurado desde los años 1960 hasta la implementación del Plan de Recuperación de la ICCAT en 2008. Actualmente, hay gran abundancia de peces, por ello, el investigador explica que el comité científico de la ICCAT, en su informe de 2022, “da la razón a nuestro trabajo porque ya la población reproductora está por las nubes y la captura de juveniles está a nivel prácticamente nulo”.
Ante esta cuestión, Cort considera que “es una evidencia” que el atún rojo es una especie que, en algunas pesquerías, provoca que los pescadores no puedan capturar otras especies. Sin embargo, quiere ser cauto: “tiene que haber un estudio que lo demuestre y lleva su tiempo”.
Aguas del Mediterráneo
Otra situación planteada es cómo afecta el aumento de las temperaturas del mar Mediterráneo a las poblaciones de atunes. Él no lo ve muy claro: “el atún tiene termo-regulación y el Mediterráneo efectivamente se ha calentado”, pero pone de ejemplo la presencia de poblaciones en las aguas de México, con temperaturas más altas.
“Se habla del Golfo de Vizcaya como posible alternativa y yo puedo decirte que en el año 76 presenté, junto con compañeros del IEO, un trabajo en un Congreso del ICES (Consejo Internacional para la Exploración del Mar) en Copenhague sobre unos atunes que yo había encontrado aquí con gónadas en estado de reproducción. Aquel año el agua del mar, aquí en el Cantábrico, estaba a 23 grados”. En definitiva, su carrera y su contribución a la biología y a la ciencia habría sido imposible sin la vocación y dedicación con la que ha trabajado siempre.
Más temas en la Revista Mar 643 del mes de marzo
O tal vez ha sido la intuición la que ha tenido un papel importante.
Este es el caso de José Luis Cort, doctor en biología animal, investigador desde 1973 a 2019 en el Instituto Español de Oceanografía (IEO). También ha presidido el comité científico de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT, también conocido como SCRS).
La conversación con Cort es fluida porque se acuerda de todos los episodios de su vida. Si se olvida de algún detalle, tiene un libro que los plasma llamado ‘Memorias de un biólogo-oceanógrafo del IEO’. Él es mallorquín, en concreto de la Bonanova, apasionado de los documentales del mundo submarino de Jacques Cousteau y cuenta que su pasión por el mar se debe a que lo ha tenido siempre frente a él. También reconoce que no siempre tuvo claro a lo que se quería dedicar: “al principio estás desorientado sin saber bien dónde tienes que dirigirte”.
Cort ha escrito alrededor de diez libros divulgativos, ha escrito en revistas como la Hoja del Mar y tiene tras de sí numerosas publicaciones y más de 40 años de experiencia como científico.
Primeros comienzos
Hubo oportunidades que marcaron su juventud: sus estudios en biología, la primera experiencia en el mar (no como biólogo, sino como marinero) pescando pulpos en un arrastrero sahariano. También consiguió, junto con su compañero de carrera Germán Pérez-Gándaras, una beca para muestrear en un barco factoría durante 40 días, que, según él, “hizo todo mucho más fácil” porque le llevó a conseguir muchos datos, publicar trabajos y hacer la tesina.
“El futuro de una persona puede ser el producto de una casualidad”, esa es la frase con la que Cort define una de las oportunidades clave en su carrera. Así, gracias a un contacto de su hermano, consiguió hacer el seguimiento del atún rojo en Fuenterrabía, en el Golfo de Vizcaya, en el barco “Txingudi”. Él lo considera un “bautismo” porque, a partir de ahí, pasó cerca de 20 años saliendo con los atuneros en el norte de España.
Su primera colaboración con el IEO fue en Santander en 1974 para analizar las pesquerías de anchoas y túnidos, donde recuerda “la dureza del clima”, pero que le ha venido bien para el resto de su vida. También nombra su paso por el barco ‘María Reina de los Cielos y Nuevo María Reina de los Cielos”, de los hermanos Susperregui, que define como “su escuela de aprendizaje”.
Logros profesionales
A lo largo de sus 40 años de profesión ha viajado por diferentes rincones del mundo. En aquellos lugares realizó, entre otros trabajos, prospecciones en el mar Índico Occidental, fue asesor científico para negociaciones gubernamentales en la India y Maldivas, Coordinador Nacional del Programa de túnidos de la IEO y fue elegido presidente del comité científico de la ICCAT. Del último puesto, reconoce que la experiencia le obligó “a esforzarme en tareas en las que no estaba acostumbrado”, pero que resultó de gran interés y fue fundamental para su formación científica.
Cort destaca que el trabajo que le “abrió puertas” fue escribir el libro “Cimarrón” de temática divulgativa y que analiza el atún rojo. Más adelante escribió Cimarrón II. De estas dos obras se filmó el documental también denominado “Cimarrón” que denunciaba la pesca irresponsable del atún rojo en los años 90. Una obra que muestra las consecuencias de la captura ilegal de peces juveniles.
Gracias al primer libro, la Secretaría General de Pesca en Madrid le nombró responsable de una prospección de túnidos en las Islas Seychelles, que le permitió especializarse en los túnidos tropicales. Esta campaña concluyó con el primer acuerdo de pesca de atunes entre los gobiernos de España y Seychelles. El investigador explica que esto supuso el comienzo de las actividades españolas de pesca industrial de las poblaciones en el Índico Occidental.
Actualidad y atunes
El biólogo reflexiona acerca de su pasado y de su pasión por la investigación. Concluye con que no se arrepiente del camino que ha emprendido. De hecho, dice que, a pesar de llevar cinco años jubilado, sigue publicando y manteniéndose vinculado con su profesión. Una de las cuestiones que más ha denunciado ha sido sobre la pesca ilegal de los atunes juveniles y la sobrepesca de la especie.
De hecho, dos semanas antes de su jubilación, Cort, junto con su compañero del IEO Pablo Abaunza, decidió escribir el libro “La pesquería del atún rojo en el Golfo de Vizcaya”. En él se muestra la relación entre la pesquería de juveniles del Golfo de Vizcaya y de Marruecos, en el Océano Atlántico, con la pérdida de las poblaciones de peces reproductores.
Este hecho ha perdurado desde los años 1960 hasta la implementación del Plan de Recuperación de la ICCAT en 2008. Actualmente, hay gran abundancia de peces, por ello, el investigador explica que el comité científico de la ICCAT, en su informe de 2022, “da la razón a nuestro trabajo porque ya la población reproductora está por las nubes y la captura de juveniles está a nivel prácticamente nulo”.
Ante esta cuestión, Cort considera que “es una evidencia” que el atún rojo es una especie que, en algunas pesquerías, provoca que los pescadores no puedan capturar otras especies. Sin embargo, quiere ser cauto: “tiene que haber un estudio que lo demuestre y lleva su tiempo”.
Aguas del Mediterráneo
Otra situación planteada es cómo afecta el aumento de las temperaturas del mar Mediterráneo a las poblaciones de atunes. Él no lo ve muy claro: “el atún tiene termo-regulación y el Mediterráneo efectivamente se ha calentado”, pero pone de ejemplo la presencia de poblaciones en las aguas de México, con temperaturas más altas.
“Se habla del Golfo de Vizcaya como posible alternativa y yo puedo decirte que en el año 76 presenté, junto con compañeros del IEO, un trabajo en un Congreso del ICES (Consejo Internacional para la Exploración del Mar) en Copenhague sobre unos atunes que yo había encontrado aquí con gónadas en estado de reproducción. Aquel año el agua del mar, aquí en el Cantábrico, estaba a 23 grados”. En definitiva, su carrera y su contribución a la biología y a la ciencia habría sido imposible sin la vocación y dedicación con la que ha trabajado siempre.
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